Domingo 24 De septiembre De 2023. “Unción De Dios Que Distingue A La Familia Escogida Para El Ejercicio Sacerdotal”.

Lección: Números Cap. 3, Vers. 1 al 4. Estos son los descendientes de Aarón y de Moisés, en el día en que Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí. Y estos son los nombres de los hijos de Aarón: Nadab el primogénito, Abiú, Eleazar e Itamar. Estos son los nombres de los hijos de Aarón, sacerdotes ungidos, a los cuales consagró para ejercer el sacerdocio. Pero Nadab y Abiú murieron delante de Jehová cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehová en el desierto de Sinaí; y no tuvieron hijos; y Eleazar e Itamar ejercieron el sacerdocio delante de Aarón su padre. 

   INSTRUDUCCION AL CAPITULO 3: Relata el número y la organización del servicio, dada por jehová a Moisés, respecto al oficio de los Levitas. La tribu de Levi fue consagrada para servir en el Santuario. Aarón, descendiente de Coat, al frente con sus hijos Eleazar e Itamar, era la familia sacerdotal (Abiú y Nadab, hijos también de Aarón, habían muerto al ofrecer fuego extraño delante de Jehová). Sólo ellos tenían derecho a servir en el sacerdocio, todos los demás levitas tenían conexión con el servicio en el tabernáculo, pero no eran sacerdotes.

Los Levitas estaban constituidos según las casas de sus padres: Gersón, Coat y Merari (hijos de Levi) y estos fueron subdivididos en familias. Cada uno de ellos cumpliría una labor específica en el servicio del tabernáculo, quedando establecido de la siguiente manera: Gersón, el tabernáculo, la tienda y su cubierta; la cortina de la puerta del tabernáculo de reunión, las cortinas del atrio y la cortina de la puerta del atrio. Coat: estarían a cargo de las cosas más sagradas, el arca, la mesa del pan de la proposición. Los utensilios, el velo, los altares y el candelero de oro, etc. Merari: las tablas, las barras, las columnas, las basas, las estacas y las cuerdas.

Los levitas contados por sus familias, varones de un mes arriba, fueron veintidós mil, ellos fueron tomados en lugar del primogénito: “Y tomarás a los levitas para mí en lugar de todos los primogénitos de los hijos de Israel…” (Números 3:41). Habiendo 22.000 levitas y 22.273 hijos primogénitos, y dado que el número de los levitas es inferior al de los primogénitos, Dios ordena a Moisés el rescate de ellos para compensar el número y este rescate podría ser con un pago de cinco ciclos por cabeza. Este dinero de redención (273×5=1.365 siclos) se pagó a Aarón y a sus hijos, conforme a lo que Dios mandó a Moisés.

   Comentario 2: Siervos de la comunidad

En Números, hay más de setenta referencias a los levitas, más que en cualquier otro libro del Antiguo Testamento. Su particular censo enfatizaba la función especial que debían tener en la vida espiritual de Israel (1:47–54). Los próximos dos capítulos, 3 y 4, describen su papel de protección y apoyo en la historia del pueblo de Dios.

Todas las responsabilidades del sacerdocio de Israel fueron asignadas a un miembro particular de la tribu de Leví: Aarón, el hermano de Moisés. Para impedir que estas tareas santas fueran codiciadas, compradas o reclamadas por otros, las responsabilidades fueron asignadas exclusivamente a los hijos de Aarón, los sacerdotes ungidos, a quienes él ordenó para que ministraran como sacerdotes (3:3), y a nadie más.

Dios actúa de manera soberana al elegir a quien quiere para llevar a cabo su obra, aunque sus decisiones siempre son para el bien de su pueblo. Él conocía los peligros a los que su pueblo se podía enfrentar si los sacerdotes eran elegidos por sus amigos o escogidos por aquellos que se beneficiarían de los privilegios.

Una advertencia inicial (3:4)

Los hijos de Aarón no fueron escogidos porque fueran moralmente superiores a las personas de las otras tribus. Estaban expuestos a las mismas tentaciones que los demás, y al lector se le recuerda deliberadamente un acontecimiento vergonzoso que había tenido lugar hacía algunos meses, durante el período de espera en el monte Sinaí.

Por exclusiva iniciativa propia, el hijo mayor de Aarón, Nadab, y su hermano Abiú habían hecho una ofrenda de incienso al Señor con fuego extraño (4). Algo que no fue accidental, puesto que habían recibido órdenes exactas acerca de las ofrendas de incienso. El fuego lo ofrecía el sumo sacerdote, no sus hijos, y debía ser “tomado de sobre el altar” (Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo. Lev.16:12). Parece ser que su fuego no estaba consagrado, que era fuego “inmundo” o “ilícito”, obtenido de otro lugar que no era el lugar santo.

Nadab y Abiú, imponiendo su propia autoridad, no hicieron “conforme a lo que el Señor había mandado” (1:54; 2:34). Su historia enfatiza que quienes son llamados a tener una alta responsabilidad no están exentos de los peligros que acechan a todos los demás, y que las cosas mejores y más santas pueden ser ensuciadas por el pecado. El hecho de ser miembro de la tribu de Leví no garantizaba la protección de las trampas de la vida cotidiana (16:1–35). Pablo recuerda acontecimientos de Números y advierte que el que cree estar firme, tenga cuidado, no sea que caiga.

Texto: «Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.» (1ª de Juan Cap. 2, Vers. 27).

   Comentario del texto áureo: Enseñanza y unción: Juan llega al fin de esta parte de su epístola con una observación final que insta a los lectores a permanecer fieles a lo que han aprendido. Ahora que ellos conocen la diferencia entre la verdad y el error, deben evitar a aquella gente que está tratando de extraviarlos.

[26]. Os escribo estas cosas respecto a los que tratan de extraviaros. 27. En cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de él permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero dado que su unción os enseña acerca de todas las cosas y que su unción es verdadera y no falsa—permaneced en él tal como ésta os ha enseñado.

Como es característico en él, Juan comienza y concluye sus pensamientos con las mismas palabras, a efectos de que el pasaje que va de los versículos 20 al 27 aparezca como una observación parentética.

▬ a. “Os escribo estas cosas”. Las palabras estas cosas se refieren a los versículos precedentes (vv. 21–25), donde Juan escribe que los creyentes no son ignorantes, sino que conocen la verdad, reconocen al Hijo y permanecen en él y en el Padre. Ellos deben tener bien en claro que hay personas que están tratando de extraviarlos del camino de la verdad de la Palabra de Dios. Deben oír las palabras que dijo Jesús “Estad atentos de que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ‘Yo soy el Cristo’, y engañarán a muchos” (Mt. 24:4–5). Ellos no han sido engañados todavía, pero deben estar listos para presentar una batalla espiritual contra los engañadores, y a exponer sus mentiras.

▬ b. “La unción que recibisteis de él permanece en vosotros”. Una vez más, Juan habla directamente a los lectores cuando dice: “En cuanto a vosotros” (compárese con v. 24). Le está hablando a los creyentes, no a los engañadores. Por consiguiente, él demanda la atención total de sus lectores.

Juan menciona “la unción”, un tema que ya ha dado a conocer anteriormente (v. 20). Parece querer dar a entender que los lectores recibieron el don del espíritu Santo, es decir, su unción (véase la explicación del v. 20), en el momento de su conversión. Esta es entonces una posesión que recibieron de Jesucristo y que permanece con ellos (2 Co. 1:21–22). Quien concede el Espíritu Santo puede ser el Padre o el Hijo. No obstante, el contexto, especialmente los versículos 25 y 28, apuntan más al Hijo y no tanto al padre.

▬ c. “No necesitáis que nadie os enseñe”. Estas palabras nos hacen recordar la profecía de Jeremías: “Ya no enseñará el hombre a su prójimo, o un hombre a su hermano, diciendo: ‘Conoce al Señor, porque todos ellos me conocerán, desde el menor hasta el mayor’, declara el Señor” (Jer. 31:34; Heb. 8:11).

¿Estará dando a entender Juan que la unción con el Espíritu Santo hace superflua la instrucción acerca del conocimiento bíblico? ¡Por supuesto que no! En las palabras de la Gran Comisión, Jesús instruye a los apóstoles (y, por ende, a todos aquellos que proclaman la Palabra) a enseñar le a los discípulos todo lo que Jesús ha mandado (Mt. 28:20). La predicación eficaz de la Palabra, la enseñanza que se brinda en la escuela dominical o en la clase de catecismo y la lectura diaria de las Escrituras, — todas estas cosas son necesarias para el crecimiento espiritual del cristiano. ¿Pero qué está diciendo entonces Juan? Los creyentes no tienen entonces necesidad de engañadores que traten de enseñarles falsas doctrinas. Ellos ya tienen el don del Espíritu Santo que los lleva a toda verdad (Jn. 16:13).

▬ d. “Su unción nos enseña acerca de todas las cosas”. En otras palabras, el Espíritu de Cristo enseñará al creyente todas las cosas (Jn. 14:26) y lo guiará para que sepa distinguir entre la verdad y el error. Todos los creyentes reciben el Espíritu Santo y todos ellos están igualmente equipados para oponerse a aquellos maestros que proclaman la mentira en vez de la verdad.

Este texto enseña la igualdad fundamental de todos los creyentes. O sea que los creyentes no tienen que consultar con eruditos profesores de teología antes de poder aceptar la verdad de Dios; ante los ojos de Dios, los clérigos y los laicos son iguales. El Espíritu Santo es el maestro de cada creyente, sin distinción. Dentro del marco de la iglesia, los creyentes pueden aprender unos de otros a medida que cada uno es participante de la unción del Espíritu.

▬ e. “Permaneced en él, tal como ésta os ha enseñado”. Aparentemente la palabra esta se refiere a la unción y es equivalente a la frase la enseñanza del Espíritu en la siguiente traducción: “Obedeced entonces la enseñanza del Espíritu, y permaneced en unión con Cristo” (GNB). Si Cristo es el sujeto del verbo ha enseñado, la traducción entones es: “Tal como él os ha enseñado, entonces, permaneced en él” (NEB). Sin embargo, la expresión tal como enfatiza el correspondiente “ya que” del principio de la oración. Dado que al principio el sujeto es “la unción” (el Espíritu Santo), no parece haber razón que obligue a cambiarla en la segunda parte.

El eje de la oración, sin embargo, está en las últimas tres palabras que constituyen un mandamiento de tener comunión con Cristo. La exhortación es directa: “Permaneced en él”. Si tenemos en cuenta la referencia de Juan al regreso de Cristo (v. 28), las palabras en él se relacionan con Jesucristo.

Consideraciones doctrinales acerca de 2:26–27

   Un incontable número de personas obtiene el conocimiento de la salvación por medio de la lectura de las Escrituras. Guiados por el Espíritu Santo son llevados a Jesucristo y lo aceptan por la fe.165 Después de aceptar a Cristo como Salvador, son bautizados en el nombre del Trino Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin embargo, aun antes de su bautismo, cuando llegaron primeramente a la conversión, ellos ya habían experimentado la unción del Espíritu.

Por medio de Cristo Dios da su Espíritu Santo al creyente, pero el creyente a su vez debe permanecer en Cristo. La providencia divina tiene su contrapartida en la responsabilidad humana. Dios da su Espíritu para enseñarle al creyente todas las cosas necesarias para la salvación, pero Dios también espera que el cristiano permanezca en Cristo de tal modo que pueda mantener comunión constante con el Padre y el Hijo.

1er Titulo: Dios establece descendencia para su servicio. Versículo 1. Estos son los descendientes de Aarón y de Moisés, en el día en que Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí. (Léase: Romanos 8:16 y 17 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. ▬ 1° de Pedro 2:9 y 10. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.).

Comentario 1: Números 3:1

Para indicar desde el principio la posición que los levitas debían ocupar en relación con los sacerdotes (a saber, Aarón y sus descendientes), el relato de su reunión comienza no solo con la enumeración de los hijos de Aarón que fueron elegidos como sacerdotes (Números 3:2-4), pero con el encabezamiento: “Estas son las generaciones de Aarón y Moisés en el día (es decir, en el tiempo) cuando Jehová habló con Moisés en el Monte Sinaí (Números 3:1). Las (toledot) (ver en Génesis 2:4) de Moisés y Aarón no son solo las familias que surgieron de Aarón y Moisés, sino las familias levíticas en general, que recibieron el nombre de Aarón y Moisés, porque ambos fueron criados en la posición de jefes o padres espirituales de toda la tribu, es decir, en el momento en que Dios habló a Moisés en el Sinaí. Entendido de esta manera, el aviso sobre el tiempo no es una repetición superflua, ni se introduce con referencia a la numeración posterior de la gente en las estepas de Moab (Números 26:57). Aquí se coloca a Aarón delante de Moisés (ver en Éxodo 6:26), no solo por ser el mayor de los dos, sino porque sus hijos recibieron el sacerdocio, mientras que los hijos de Moisés, por el contrario, fueron clasificados entre el resto de las familias levíticas (cf. 1 Crónicas 23:14).

Pensamiento 1: 3:1 El relato comienza diciendo “éstos son los descendientes [heb. Toledot] de Aarón y de Moisés”, no porque se refiriera a sus hijos, sino porque los levitas en general son nombrados por Aarón y Moisés, los padres espirituales de toda la tribu. Es importante notar que Aarón es puesto delante de Moisés, “no meramente por ser el mayor de los dos, sino porque sus hijos recibieron el sacerdocio, en tanto que los hijos de Moisés, por el contrario, fueron clasificados entre el resto de las familias levíticas (cf. 1 Cr. 23:14)”. Este pequeño detalle refleja la humildad y obediencia de Moisés a los mandatos divinos, en lugar de tratar de sacar ventaja para su familia asumiendo puestos de privilegio.

   Comentario de Romanos 8:16-17: La seguridad del creyente (8:16–17): El Espíritu, cuando Dios lo coloca en nosotros en el momento de la conversión, nos da poder para clamar a Dios y vencer a la carne, y luego vivir para Dios. También nos asegura la realidad de nuestra salvación.

   El testimonio del Espíritu (8:16)

Pablo ahora cambia los tiempos del momento de la conversión (“recibido”, “traído”) a la vida continua en el Espíritu (“asegura”). El Espíritu nos da testimonio continuo de que en verdad somos adoptados como hijos de Dios. Esto y 1 Juan 5:10–11 son los dos pasajes principales sobre el tema de la garantía de la salvación. El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos de Dios. Tenga en cuenta los dos usos de pneuma (espíritu) aquí. La palabra para “asegurar” (symmartyrei) significa “testificar junto con”. Aquí significa que no hay un solo testigo, sino un doble testigo: el Espíritu Santo se une a nuestro propio espíritu al asegurarnos que somos miembros de la familia de Dios. Además, el segundo “espíritu” no es una parte separada de nuestro ser (cuerpo, alma y espíritu) sino que se refiere a nuestro ser interior, la parte mental y volitiva de nuestra vida. No hay razón para no estar seguro de la realidad de nuestra salvación. Solo necesitamos escuchar ese doble testimonio, el Espíritu de Dios y nuestro espíritu interno, diciéndonos que somos real y verdaderamente suyos.

Resultado: herederos de Dios y de Cristo (8:17)

Ahora Pablo nos da otro gran resultado de nuestra salvación: no solo somos hijos de Dios sino también herederos de Dios y de Cristo. Nos regocijamos en nuestras bendiciones actuales de filiación en los versículos 14–15, y ahora nos regocijamos en nuestras futuras bendiciones, la herencia que nos espera. Pablo cubrirá esto con más profundidad en los versículos 18–30, pero la verdad básica se resume aquí.

El tema de la herencia es una enseñanza bíblica importante. Comenzó con la tierra prometida como herencia de Israel (Génesis 15:7; Números. 34:2; Deuteronomio 1:7–8, 38; Salmo 78:55). Más tarde, Israel mismo se convierte en la herencia o posesión de Dios (Is 19:25; Jer 10:16; 51:19), y los autores bíblicos se imaginan a Yahvé como la herencia de Israel (Ezequiel 44:28). En el judaísmo posterior y la iglesia primitiva, las bendiciones del reino se asociaron con la herencia de Israel (Salmos de Salomón 15:10; 1 Enoc 40:9), en particular el reino y la vida eterna (Mt 25:34; Mr 10:17; Gá 5:21; 1Co 15:50). Ahora todo esto significa que la tierra terrenal prometida se ha expandido a la tierra eterna prometida, el “cielo nuevo y tierra nueva” de Apocalipsis 21:1.

Pablo conecta estrechamente la filiación y la herencia (véase Gálatas 3:29; 4:7). La frase “herederos de Dios” considera a Dios como la fuente de la promesa, y nosotros como sus hijos adoptivos, recibimos esta herencia. De hecho, no solo somos herederos de Dios, sino también “coherederos con Cristo”. En el mundo romano, la herencia del niño adoptado dependía en cierta medida de la voluntad del heredero natural de incluir al niño adoptado. Tanto Cristo como el Padre nos dan nuestra herencia.

Todos los que compartirán la gloria de Cristo también deben compartir sus sufrimientos, por lo que Pablo agrega, “si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria”. Si estamos unidos con Cristo como hijos y herederos, también somos uno con él en su camino hacia la gloria, en sufrimiento, como el himno de Filipenses (Filipenses 2:6–11) deja en claro. De lo contrario, donde Pablo llama a esto “la comunión (NVI ‘participar’) de sus sufrimientos” (Filipenses 3:10).

El tema es simple pero profundo: el sufrimiento es el camino hacia la gloria. El eiper condicional, como en el versículo 9, enfatiza la realidad de la afirmación: “de hecho” debemos sufrir con él si esperamos compartir su gloria. Es probable que Pablo tenga en mente algo más que la persecución, ya que este es el presagio de la lista más larga en los versículos 35 y 38, así como en la conocida lista de sus sufrimientos en 2 Corintios 11:23–29. Aun así, los cristianos en el primer siglo tenían que esperar persecución, como lo vemos en la discusión extendida de Jesús en Juan 15:18–16:4. La “gloria” que experimentamos es integral, abarca la gloria que compartimos ahora al ser hijos de Dios (2Co 3:18, “gloria cada vez mayor”), así como la gloria final que compartiremos con Cristo (Col 3:4).

Este maravilloso capítulo alivia la presión que la carne ejerce sobre el pueblo de Dios según el capítulo 7. La derrota de ese material desaparece cuando el Espíritu toma el control y mora en nuestras vidas. Según 8:1–4, el pecado y el viejo yo son anulados y eliminados de nosotros en la conversión. El pecado debe invadir desde afuera. Cristo ganó la primera victoria en la cruz, pero ahora se necesita un segundo conjunto de victorias, y eso se logra cuando el Espíritu mora en nosotros y nos da la fuerza para ser victoriosos.

En los versículos 5–8, la escena es la carne versus el Espíritu, y el campo de batalla es la mente, porque nuestros pensamientos determinan las acciones y la dirección que toma nuestra vida. La mentalidad carnal produce muerte presente y final, la ausencia de vida y paz. En los versículos 9–11 vemos lo que sucede cuando el Espíritu no es parte de nuestras vidas: la muerte se hace cargo. Sin embargo, con el Espíritu es el caso contrario. La muerte misma se convierte en una transición a una vida nueva y de gozo eterno, nuestra existencia actual de repente tiene un nuevo significado.

Luego, en los versículos 12–17, Pablo nos da un maravilloso retrato de la experiencia de conversión. Comienza en los versículos 12–13 con la necesidad de dar muerte a la carne, lo que significa que no solo luchamos contra ella, sino que también la superamos y la echamos de nuestras vidas. En la conversión, ambos morimos al pecado y lo matamos. Luego somos adoptados en la familia de Dios como sus nuevos hijos, y Dios nos da el Espíritu como el agente interno de empoderamiento. Reaccionamos con absoluta alegría y adoración cuando gritamos “Abba, Padre”, celebrando nuestra nueva intimidad con Dios (vv. 14–15). Esta intimidad con Dios conduce a la seguridad de nuestra salvación, ya que el Espíritu testifica a nuestro Espíritu que ahora pertenecemos a Dios (v. 16). Finalmente, nos convertimos en herederos de Dios y compartimos la gloria de Jesús a medida que nos convertimos en coherederos con él (v. 17). ¡Verdaderamente nuestra salvación en Cristo y la nueva vida que tenemos en el Espíritu están más allá de cualquier cosa que podamos imaginar!

Comentario de 1ª de Pedro 2:9-10:

[Versíc. 9]. Pero ustedes son pueblo escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las virtudes de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa.

El contraste es evidente; el término adversativo, pero señala la diferencia entre los incrédulos desobedientes y el pueblo escogido de Dios. Siguiendo un orden ascendiente, Pedro enumera las gloriosas riquezas de los creyentes en términos que se acercan al asombro. El griego indica que él se dirige a ellos en forma personal y enfática al usar el pronombre plural ustedes. ¿Cómo describe Pedro a los creyentes?

Lo hace en los siguientes términos:

▬ a. “Un pueblo escogido”. Pedro le escribe a gente que vivía antes de que el templo de Jerusalén fuese destruido. Pedro, siendo judío, se dirige a muchos cristianos judíos y a cristianos de origen gentil.

Además, habla a todos los creyentes de todo tiempo y lugar que leen esta epístola. Con un conocimiento pleno del Antiguo Testamento, Pedro aplica su lenguaje a sus lectores, porque los ve como el pueblo escogido de Dios. Él toma prestadas las palabras de la profecía de Isaías, quien registró lo dicho por el Señor: “Mi pueblo, mi escogido; este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicarás (Is. 43:20–21). Pedro, entonces, ve a los creyentes como cuerpo de Cristo, es decir, como iglesia.

Otras traducciones tienen el término raza en vez de pueblo. Los miembros de una raza tienen un antepasado en común y por medio de ese antepasado están relacionados unos con otros. Por ejemplo, Abraham es el padre de la raza judía. Los cristianos llaman a Dios “Padre” por medio de Jesucristo, y están emparentados como hermanos y hermanas. Además, dado que Jesús ha sido escogido por Dios (vv. 4, 6), ellos también son llamados pueblo escogido de Dios (1:1; cf. Dt. 10:15; 1 Sm. 12:22).

▬ b. “Real sacerdocio”. Pedro continúa describiendo las gloriosas riquezas que poseen los creyentes. Lo llama “real sacerdocio”. En el versículo él habla de un sacerdocio santo, frase que es significativa a la luz del mandamiento de ser santos (1:15–16). El adjetivo calificativo real, sin embargo, añade la dimensión del reino y del rey. En el reino de los sacerdotes (cf. Ex. 19:6), hay un rey. De hecho, el Mesías es a la vez sacerdote y rey, tal como lo profetizó Zacarías: “El llevará gloria y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado (6:13; véase también Heb. 7:14–17; Ap. 1:5–6). En tanto que Zacarías

describe al Mesías proféticamente como sacerdote real, Pedro revela que los creyentes ya son sacerdotes de un sacerdocio real.

▬ c. “Nación santa”. Una vez más Pedro se apoya en la fraseología del Antiguo Testamento. Él toma prestado el lenguaje de Exodo 19:6 (véase también Dt. 7:6; Is. 62:12). Pedro recurre al uso de terminología nacional y política, pero quiere que sus lectores entiendan estos términos de un modo no político.

Por tal razón califica la palabra nación con el adjetivo santa.

Una nación está formada por ciudadanos que residen en una determinada zona, que obedecen estatutos y reglamentos, y que se esfuerzan por el bienestar de su sociedad. Los ciudadanos de una “nación santa”, sin embargo, tienen sus características comunes por medio de Jesucristo. Pedro describe al pueblo de Dios como una nación santa, lo que significa que sus ciudadanos han sido apartados para el servicio de Dios.

▬ d. “Pueblo que pertenece a Dios”. A lo largo de las edades Dios ha reclamado a su propio pueblo para sí (véase Mal. 3:17; Hch 20:28; Tit. 2:14). Este pueblo, que difiere de las naciones del mundo, es su posesión especialmente apreciada. Son independientes de los vínculos nacionales, porque tienen una relación especial con Dios. Pertenecen a Dios, que los ha comprado con la sangre de Jesucristo.

▬ e. “Para que proclamen las virtudes”. Pedro señala cuál es la tarea del pueblo especial de Dios. Como hábil pastor que es, Pedro se dirige a sus lectores personalmente. Dice: “Para que proclamen las virtudes de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa (cf. Is. 43:21). En todas partes ellos deben proclamar vocalmente las virtudes, hechos, poder, gloria, sabiduría, gracia, misericordia, amor, y santidad maravillosos de Dios. Por medio de su conducta deben dar testimonio de que son hijos de la luz y no de las tinieblas (Hch. 26:18; 1 Ts. 5:4).

Pedro da a entender que en tiempos antiguos sus lectores vivían en la oscuridad espiritual. Dios los llamó al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo y los redimió del poder de las tinieblas. Mediante el evangelio de Cristo, Dios los llamó al reino de su Hijo (Col. 1:13).

[Versíc. 10]. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido la compasión, pero ahora sí la han recibido.

Una vez más Pedro recurre a imágenes del Antiguo Testamento. Alude a la profecía de Oseas, en la que el Señor se dirige al profeta después que Gomer diera a luz su segundo hijo. “Ponle por nombre Lo- Ammi [no mi pueblo], porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios” (1:9; y véase 2:23).

La segunda parte del versículo 10 también es una alusión a la profecía de Oseas. Gomer dio a luz una hija y el Señor le dice a Oseas: “Ponle por nombre Lo-Ruhamah [no misericordia; o, no amada], porque no me compadeceré más de la casa de Israel” (1:6).

“Ustedes antes ni siquiera eran pueblo [útil a Dios], pero ahora son pueblo de Dios”. Aquí hay una referencia obvia al pasado de estos destinatarios. Ellos eran gentiles y judíos que mediante la predicación de la Palabra de Dios se habían convertido (1:12). Dios los salvó por medio de la obra redentora de su Hijo, y ahora estas mismas personas son parte del cuerpo de creyentes conocido como el “pueblo de Dios”. Ellos son el pueblo especial de Dios, a quien Pedro designa “pueblo que pertenece a Dios” (v. 9).

“Antes no había recibido la compasión, pero ahora sí la han recibido”. La redacción griega indica que los destinatarios habían vivido sin Dios por largo tiempo, durante el cual habían intentado obtener para sí misericordia, pero no la habían obtenido. Pedro contrasta el pasado de esta gente con su presente:

“Ahora sí la han recibido”. O sea, que han recibido remisión del pecado y se regocijan en el amor y en la gracia de Dios.

El profeta Oseas contrasta la infidelidad de sus contemporáneos del antiguo Israel con el amor electivo de su Dios del pacto (Os. 1:1–2:23). En el Nuevo Testamento, Pablo aplica la profecía de Oseas a los gentiles (Ro. 9:25–26). Además, él consideraba como gentil al pueblo judío que había quebrantado el pacto con Dios. Sin embargo, Dios toma a los gentiles y a los judíos convertidos en una relación de pacto consigo mismo. Pedro afirma esta misma verdad cuando se dirige a cristianos tanto de origen judío como de origen gentil en su epístola: “Pero ustedes son … pueblo que pertenece a Dios”.

Consideraciones doctrinales de 2:9–10

   En estos dos versículos, la NVI usa la palabra pueblo cuatro veces: “pueblo escogido”; “pueblo que pertenece a Dios”; “no eran pueblo” y “pueblo de Dios”. Pedro da a entender que somos muy preciosos ante Dios. Indica que somos posesión atesorada de Dios por haber sido escogidos por medio de Cristo. A su manera, Pedro refleja el reclamo de Dios: Esto es el pacto que haré … Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.

Esta afirmación de Dios es una verdad bíblica que, como una hebra de oro, está entretejida por toda la trama de la Escritura. El pueblo de Dios es su posesión propia. Nosotros, por nuestra parte, siempre debiéramos tener conciencia de nuestra posición, ya que Pedro nos describe como escogidos de Dios, reales y santos.

2° Titulo: Llamados por Dios para llevar vidas consagradas a su servicio. Versículos 2 y 3. Y estos son los nombres de los hijos de Aarón: Nadab el primogénito, Abiú, Eleazar e Itamar. Estos son los nombres de los hijos de Aarón, sacerdotes ungidos, a los cuales consagró para ejercer el sacerdocio. (Léase: Exodo 32:29. Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros. ▬ Romanos 12:1 y 2. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.).

   Comentario 2. Números 3:2-4

Nombres de los hijos de Aarón, los “sacerdotes ungidos (ver Levítico 8:12), cuya mano llenaron para ser sacerdotes”, es decir, quienes fueron designados para el sacerdocio (ver Levítico 7:37). Sobre Nadab y Abiú, véase Levítico 10:1-2. Como ninguno de ellos tenía hijos cuando los mataron, Eleazar e Itamar eran los únicos sacerdotes “a la vista de Aarón su padre”, es decir, durante su vida. “A la vista de:” como en Génesis 11:28.

Comentario de Éxodo 32:29: (Éxodo 32:25-29). juicio ▬ pecado ▬ levitas: El siguiente suceso que describen las Escrituras es el juicio justo por el pecado. Moisés ya había lidiado con Aarón, el líder. Ahora era el momento de confrontar al pueblo. (esto versículo hay que tomarlo desde el 25 para mayor comprensión contexto bíblico).

-a. Moisés había visto que el pueblo estaba desenfrenado, descontrolado y totalmente despojado de restricciones morales (v. 25). Trágicamente, se habían vuelto motivo de burla para sus enemigos. La palabra hebrea que se traduce como “desnudo” o “desenfrenado” (para) significa exponer, descubrir, liberar de todas las restricciones, salirse de control. El pueblo, o al menos parte del pueblo, claramente se había despojado de sus vestiduras y estaba practicando actos inmorales y sexuales indebidos, todo a causa del descontrol del jolgorio, las borracheras y los bailes impropios.

-b. Moisés se puso a la puerta del campamento y gritó frente a la multitud que festejaba, llamando a todos a tomar una posición a favor del Señor (v. 26). Era necesario llevar adelante una acción decisiva y Moisés desafió al pueblo a tomar partido ante esta situación. Trágicamente, solo los levitas de entre la multitud respondieron a su llamado y se unieron a él.

-c. Entonces, Moisés declaró juicio sobre el pueblo. Ahora bien, tenga en cuenta que era el juicio que Dios había pronunciado, no Moisés. Los culpables debían morir (v. 27). Moisés llamó a los levitas a ejecutar ellos mismos a toda persona impía, incluso entre los miembros de sus propias familias. Los levitas obedecieron y ese día murieron tres mil rebeldes (v. 28).

   Pensamiento 1. Dios es santo, puro y justo. Por lo tanto, él hace justicia entre los hombres.

“Y tuya, oh Señor, es la misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra” (Sal. 62:12).

“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jer. 17:10).

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mt. 16:27).

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor [sus] ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. […] Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:31-33, 41).

“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28-29).

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10).

“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Ap. 20:12).

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12).

-d. Luego, Moisés declaró que la obediencia de los levitas los había apartado para el Señor y su servicio (v. 29). Evidentemente, algunos de ellos se vieron obligados a ejecutar sus propios familiares. Dicho en las palabras del comentario bíblico The Expositor’s Bible Commentary: “Una parte necesaria de la consagración es ser obedientes al mandato al Señor, que siempre trae consigo sus bendiciones (v. 29). Los levitas siguieron a Dios de todo corazón (Jos. 14:8) y consideraron que sus lazos de parentesco no eran nada en comparación con su relación con Dios (Dt. 33:9).” (no significa que le demos muerte a un pariente, sino debemos alejarnos de sus pecados y corrupciones de ellos).

   Pensamiento 2. Dios exige el primer lugar en nuestra vida. El verdadero seguidor de Dios pone a Dios primero en su vida, incluso antes que a los miembros de su familia. Nadie puede seguir a Dios verdaderamente si no lo pone a él primero.

“Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido” (Mr. 10:28).

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:26-27).

“Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:33).

“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:8).

Comentario de Romanos 12:1-2: La vida cristiana implica una transformación total (12:1–2)

Estos dos versículos proporcionan una transición del significado del evangelio a sus implicaciones en la conducta cristiana y es sin duda uno de los pasajes más profundos y significativos de toda la Escritura. El “por lo tanto” introductorio (oun) nos dice que esta es una conclusión o inferencia de todo lo anterior (1:18–11:36). El verbo fuerte “exhorto” (parakalō) es una mejor traducción que la NVI “ruego” en este contexto. Esta es una proclamación autorizada que exige una atención seria. Es uno de los verbos favoritos de Pablo en contextos de enseñanza y le dice al lector que escuche y actúe según lo que se dice.

   Ofrezcan todo su ser como sacrificio a Dios (12:1)

La frase “tomando en cuenta la misericordia de Dios,” se remonta al énfasis de la misericordia de Dios en 11:30–36, pero en realidad resume los once capítulos sobre cómo Dios ha traído la salvación a la humanidad a través de la muerte de Cristo. Aunque Pablo menciona la misericordia de Dios solo en los capítulos 9–11, es la base de todo en Romanos. La gracia a menudo se define como “misericordia inmerecida”, y el evangelio en sí mismo puede ser etiquetado como el resultado de la misericordia de Dios con los pecadores.

Nuestro compromiso total con Dios se basa en la totalidad de su misericordia hacia nosotros. Pablo expresa esto en imágenes de sacrificio, “ofrezca su cuerpo”. El verbo “ofrecer… como sacrificio” a veces ha sido mal interpretado como una acción “una vez y para siempre”. Esto ha contribuido a una visión de la salvación conocida como “segunda obra de gracia”, que alienta a los creyentes a buscar una transformación espiritual inducida por la crisis que (como la conversión) ocurre solo una vez. Esto es erróneo.

Como infinitivo (“ofrecer”), este verbo toma su fuerza del verbo principal, el tiempo presente de “ruego”, y es seguido por dos imperativos de tiempo presente en el versículo 2. Esto significa que no hay acción única en ella. En todo caso, tiene una fuerza reiterativa (repetida), nos exhorta a consagrarnos frecuentemente a Dios.

La fuerza metafórica de la imagen nos muestra el altar de Dios y a nosotros sometidos como un sacrificio para él. La imagen de esta palabra es frecuente en la Biblia, por ejemplo, “sacrificio de agradecimiento a Dios” (Salmo 50:14, 23); “Que suba a tu presencia mi plegaria como una ofrenda de incienso” (Sal 141:2); el “sacrificio de alabanza” (Hebreos 13:15); y “sacrificios espirituales” (1 Pedro 2:5). El contenido del sacrificio es “su cuerpo”, algunos piensan que es el cuerpo físico dedicado a Dios, pero probablemente se refiere a la persona de manera plena. Esto se ajusta mejor al contexto de la dedicación de cada aspecto de nuestro ser a Dios. Debemos ofrecer todas las áreas de nuestras vidas a Dios y dejar que nos infunda su Espíritu (v. 2) para poder capacitarnos para el servicio a él.

   Hay tres aspectos de este sacrificio:

  • 1. Es un “sacrificio vivo”, considera nuestra consagración no solo como un proceso dinámico y una fuerza continua sino también como un estado espiritual, una nueva “vida” en el Espíritu. Como en 6:3–6, morimos con Cristo y luego vivimos en el Espíritu. El sacrificio de nosotros mismos a la Trinidad divina es parte de ese acto dinámico.
  • 2. Es “santo”, lo que significa que estamos totalmente consagrados a él, “apartados” del mundo y le pertenecemos completamente a Dios. Como sacrificio sagrado, hay un carácter sagrado en nuestro servicio a Dios y a su iglesia.
  • 3. Es “agradable a Dios”, basándose en la imagen del sacrificio como la emisión de un “aroma agradable” para Dios (véase, por ejemplo, Éxodo 29:18, 25, 41; Lv 3:16; Nm 28:6) La idea es el placer divino, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo (2 Corintios 5:9, “Por eso nos empeñamos en agradarle”; también 2 Corintios 2:15; Efesios 5:10; Filipenses 4:18).

Cada uno de estos es un aspecto importante de la vida cristiana, y debemos esforzarnos siempre por vivir la nueva vida del Espíritu para que podamos ser apartados para él y así darle placer.

Al final de este versículo, este sacrificio completo que ofrecemos a Dios se define literalmente como “esa es la verdadera forma de adorarlo”. Una gran cantidad de discusión se ha dado por el significado del griego logikēn (traducido como “verdadero y apropiado”). Era un término popular en la filosofía griega para un concepto que era lógico, basado en la verdad racional. Se utilizó en el judaísmo helenístico (por ejemplo, Filón) para combinar ambos elementos tanto espirituales como racionales de la adoración. Hay tres posibilidades principales: “espiritual” en el sentido de adoración adecuada y racional; “espiritual” en el sentido de la adoración del corazón; “racional” en el sentido de adoración lógica o razonable. Probablemente sea mejor combinar los lados racionales y espirituales y ver esto como un acto espiritual que es la única forma lógica de vivir la vida cristiana.

Toda nuestra vida debe considerarse un acto continuo de adoración. Dios es parte de todo lo que pensamos, decimos y hacemos, y lo celebramos en todo momento, es visto como un acto de servicio y deleite de su presencia. Latreia (adoración) es un término de culto o ritual que describe la experiencia de la adoración no solo en la comunidad sino también en la vida cotidiana. Este es especialmente el caso cuando etiquetamos este acto como “espiritual”, combinando las ideas del pensamiento racional y la vida espiritual para describir la naturaleza “razonable” de servir a Dios en todo momento. Esto está estrechamente relacionado con la inauguración de la nueva era en Cristo, una era en la que la conducta diaria se representa como la vida espiritual de cada uno. La celebración colectiva de la adoración dominical se vive todos los días de la semana, y los dos aspectos son partes inseparables de un todo más amplio: servir a Dios en cada área de la vida.

No se amolden sino sean transformados (12:2)

En el versículo 1, Pablo describe el qué de la vida cristiana (ofrécete a ti mismo como un sacrificio a Dios), y en el versículo 2 describe el cómo (negarse a amoldarse al mundo actual y dejarse transformar por el Espíritu). Los dos aspectos interdependientes de la vida sacrificada involucran tanto lo negativo (no se amolden) como lo positivo (sean transformados). Los eruditos solían definir “amoldar” (syschēmatizō) como el lado externo que trata con las apariencias y “transformar” (metamorphoō) como el lado interno y poderoso, pero eso ha sido refutado. El primero significa modelarse según otra persona o cosa; J. B Phillips traduce esto de forma correcta: “no dejes que el mundo te apriete en su molde”, como lo dice la NTV, “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo”.

Las fuerzas del “mundo actual” (el tiempo en que reina el pecado, 5:21; 7:17, 20, 23) están invadiendo y ganando control, obligando a creyentes y no creyentes a amoldarse a sus ideales: el consumismo, el deseo de estatus y éxito, el principio del placer, el sexo y la buena apariencia, etc. Pedro describe este proceso en 1 Pedro 4:4, la gente de este mundo “les parece extraño que ustedes ya no corran con ellos en ese mismo desbordamiento de inmoralidad, y por eso los insultan”.    Esta es una excelente definición de la presión de grupo. La única solución viable es rechazar y recurrir al Espíritu para que la fuerza se eleve por encima de la presión. También debemos asegurarnos de que nuestros amigos más cercanos sean creyentes sólidos que estarán allí para agregar su fuerza en nuestro momento de debilidad (Hebreos 12:12–13).

El antídoto contra amoldarnos al mundo es: “sean transformados por la renovación de su mente”. Hay un sentido pasivo aquí en donde el poder transformador es el Espíritu Santo, que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser y nos da forma. Una nueva creación (2Co 5:17). El término griego (metamorphoō) nos ha dado en español metamorfosis, que significa “cambiar paso a paso” a una nueva criatura en Cristo como un presagio de lo que seremos por toda la eternidad. El Espíritu es el agente de cambio, nos permite vencer la tentación y vivir victoriosamente al servicio de Dios. Este es un evento trinitario, parte del proceso por el cual nos convertimos en hijos de Dios semejantes a Cristo (Efesios 4:13) y llenos del Espíritu (Ro 8:5–17).

Pablo describe este proceso como “la renovación de su mente”, lo que significa que nuestra forma de pensar es renovada (literalmente “hecha nueva una y otra vez”) por el Espíritu, un proceso de por vida en el que nuestro pensamiento es rescatado de la influencia del mundo y reprogramado para “pensar en las cosas de Dios” (Marcos 8:33). Hay mucho en Romanos sobre la mente. Según Romanos 1:18–32, la mente es el centro de la depravación, y en 7:23, 25, la mente es la esfera de batalla entre el deseo de servir a Dios y la tendencia carnal al pecado. En 8:5–7 esta guerra tiene lugar en la mente entre la carne y el Espíritu. Pero la mente también es el lugar donde se encuentra el crecimiento espiritual. Allí tomamos decisiones que determinan nuestra dirección espiritual y nuestro destino.

La conducta continua de cada uno de nosotros se basa en nuestra reacción a las aportaciones tanto del mundo (v. 1) como del Espíritu (v. 2). Podemos etiquetar este conflicto como “control mental versus la mente controlada por el Espíritu”. Esto determina si vivimos vidas de derrota espiritual (7:14–25) o de una victoria cristiana (8:1–8, 37). De hecho, este es uno de los propósitos principales de la comunión cristiana, que contrarresta las tentaciones del mundo.

El propósito (eis to, “para que”; “así”) de la renovación de nuestra mente es para que podamos “comprobar cuál es la voluntad de Dios”. El verbo significa examinar algo para vivir de acuerdo con ello, involucra al discernimiento y la práctica. Observamos lo que nos da la fuerza para superar estos problemas terrenales y decidir seguir lo que realmente nos ayuda. La “voluntad de Dios” connota la dirección y orientación que proviene de Dios, esa dirección moral y ética con respecto a los pensamientos y conducta cristiana que son adecuados ante él.

La voluntad de Dios es “buena, agradable y perfecta”. Debemos buscar la voluntad de Dios porque siempre será la mejor para nosotros (8:28). Mientras busquemos lo que sea conveniente y ventajoso, nos quedaremos cortos y nos desanimaremos. Solo cuando Dios está a cargo y estamos siguiendo sus mandamientos podemos estar seguros de que estamos haciendo lo correcto. El significado de “agradable” es difícil de determinar. En el versículo 1 “agradar a Dios” significa que buscamos complacerlo en todas las cosas. ¿Esta palabra hace eco de esa idea (como la mayoría de los estudiosos creen), o va en otra dirección, lo que nos agrada? Tiene mucho sentido decir que a medida que complacemos a Dios, él nos complace. Dado que los otros dos están dirigidos a nosotros, la voluntad de Dios es buena para nosotros y perfecta para nosotros, podemos decir que, como la voluntad de Dios trabaja en nuestras vidas para lograr lo que es perfecto, esto nos es agradable.

3er Titulo: Justo castigo de Dios, cuando no se obedece a lo establecido por Él. Versículo 4. Pero Nadab y Abiú murieron delante de Jehová cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehová en el desierto de Sinaí; y no tuvieron hijos; y Eleazar e Itamar ejercieron el sacerdocio delante de Aarón su padre. (Léase: 1ª de Samuel 15:22, 23. Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. y 26 Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel. ▬ Efesios 5:6. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.).

   Comentario 3. 3:2-4: EI libro de Números deja clara la relación entre levitas y sacerdotes, mejor que cualquier otro libro del Antiguo Testamento. Ambos descendían de Leví, hijo de Jacob. La tribu de Leví fue dividida. Entres clanes conforme a los hijos del patriarca: Coat, Gerson y Merari. Por su parta los sacerdotes eran descendientes de solo una familia de levitas, la familia de Aarón. Según 1 Crónicas 6:2-3, Aarón pertenecía al clan de Coal, lo que es corroborado en Números 3–4 dándole el mayor honor a ese clan.

Los sacerdotes eran los únicos que podían realizar los rituales con la sangre de los sacrificios, tocar el altar y entrar a la tiende de reunión. Eran los maestros de la nación (ver Lv. 10:11; Dt. 24:8), y los mediadores oficiales entre Dios e Israel. No debemos pasar por alto que. junto a ese gran privilegio, iba una enorme responsabilidad. Pues debían obedecer a Dios en cada detalle.”

   Comentario de 1ª de Samuel 15:22, 23 y 26: ¿Cuál fue el pecado de Saúl? La desobediencia es la esencia del pecado (Lutero). Saúl pensaba reemplazar la obediencia con sacrificios. Pero Samuel en el v. 22 (digno de memorizar) le dice que nada puede tomar el lugar de la obediencia (lit. “oír”). El prestar atención en heb. lleva la idea de aguzar o afinar el oído para poder atender y responder. Cuando no existen estos dos elementos hay rebeldía (contumacia o dureza) y hay obstinación (la idea de golpear la mente o embotarla para que no responda).

Al fin Saúl confiesa su culpabilidad en el v. 24 explicando que él temía al pueblo y accedía a su voz. Dejó de ser el líder y comenzó a ser el seguidor. Quería ser popular más que ser obediente al mandamiento de Dios. Quiere que Samuel le perdone y vuelva con él como si no hubiera pasado nada. Quiere que Samuel le acompañe en su adoración a Dios. Adoración aquí es la palabra postrarse. Saúl estaba dispuesto a postrarse físicamente, pero sería entonces espuria su adoración porque no se había postrado en su corazón. En su desesperación Saúl rasga el manto del viejo profeta y recibe una lección visualizada. El reino sería rasgado, separado de su poder, y dado a otro.

Como ya vimos en el v. 11, Dios se arrepintió de haberle dado el reino en el sentido de pesarle o hacerle sentir el hecho. Ahora aclara Samuel (v. 29) que Dios no se arrepiente en el sentido de cometer un pecado o tener remordimiento por una falta. Esto es claro por el contexto. Lo que Dios había dicho por medio de su siervo Samuel no se trata de una mentira o un pecado en él. “Sea Dios veraz, aunque todo hombre sea mentiroso” dice Romanos 3:4. No hace falta que Dios cambie en su carácter o se arrepienta de sus hechos. “Realmente, Dios no hará injusticia” (Job 34:12). Su nombre es la Gloria de Israel, palabra que se traduce a veces confianza, perpetuidad o perfección puesto que son conceptos vinculados. Podemos confiar en Aquel que es eterno y su perfección se manifiesta en resplandor de gloria.

   Dios no es hombre para que se arrepienta 15:29b

Las excusas fingidas de Saúl; los argumentos procurando justificar sus acciones y pecados; las disculpas a Samuel; y aún la más audaz pretensión de adorar a Jehovah (v. 24) de nada le servirían. Todos eran pretextos con el fin de presentarse a los ancianos del pueblo y maquillar su imagen de rey desechado. Dios había pronunciado su última palabra y ya era suficiente. Un solemne mensaje que confirma la inmutabilidad de Dios. Desde ese instante Saúl era un rey de facto. La sucesión se produciría más tarde, a tiempo y en su momento, pero debía ser en paz, sin violencias, anarquía ni confusión, lo que explica la actitud de Samuel que, sin convalidar la conducta de Saúl, lo acompañaría en todas sus crisis espirituales (15:30, 31).

Comentario de Efesios 5:6: Con un amante corazón de pastor, entonces, Pablo imparte esta advertencia. Nadie que

continúe en la práctica de los vicios paganos, ya sea siguiendo el hábito viejo y la línea de menor resistencia o basándose en alguna excusa razonada (Ro. 6:1), tiene parte en aquel único reino, a saber, el de Cristo y de Dios. Cf. Ap. 21:27; 22:15. Es, por supuesto, imposible hablar acerca del reino de Cristo sin hablar del reino de Dios. En principio, este reino se halla ahora presente en los corazones y las vidas de los hijos de Dios. Un día será suyo en forma completa (1:18; 3:6). Prosigue: [6]. Que nadie os engañe con palabras vanas. Cf. Col. 2:4, 8; 1 Ti. 2:14; Stg. 1:26. Palabras vacías o vanas son aquellas vacías de la verdad y llenas del error. Al ser tomadas en serio resultarán en la ruina del pecador: pues por causa de estas cosas la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia. Cf. Col. 3:6. Por medio de lo que ha sido llamado “tiempo presente profético” (cf. Jn. 4:21; 14:3) Pablo enfatiza el hecho de que la venida de la ira de Dios, que vendrá a los que viven en los pecados mencionados en los vv. 3–5 y que escuchan palabras vanas haciéndoles creer que todo va bien, es tan cierta como si ya hubiese llegado, y en principio realmente ha llegado. Estas siniestras prácticas atraen el desagrado de Dios de la misma manera que un blanco iluminado del enemigo atrae las bombas.

La ira de la cual se habla aquí, aunque en cierto sentido está siempre presente, se halla también en camino, hasta que en el día de la gran consumación de todas las cosas sea plenamente revelada (cf. Jn. 3:36; Ro. 2:5–11; 2 Ts. 1:8–10; Ap. 14:9–12), porque los “hijos de desobediencia” son “hijos de ira” (véase sobre 2:2).

Amén, para la honra y gloria de Dios.

Domingo 24 De Septiembre De 2023

Deje un comentario