Semana del 20 al 26 de mayo de 2024. “En El Reino De Dios Prima La Vida Espiritual, Y No Es Comida Ni Bebida”

   Lectura Bíblica: Romanos 14: 14 al 18. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; más para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. 

   Comentario general: [1]. (14: 14-15) Tropiezo ▬ juzgar ▬ critica ▬ actividad social cuestionable: juzgad sólo una cosa: si eres tropezadero a tu hermano. La palabra «tropiezo» (proskamma) significa un obstáculo puesto en el camino de alguien. La expresión «Ocasión de caer» (skandalon) significa poner trampa, lazo, hacer algo que hace que la persona tropiece y caiga. Tiene referencia en particular al acto de dirigir o hacer que alguien peque. La exhortación es fuerte: los creyentes no deben criticarse y juzgarse unos a otros; deben juzgarse a sí mismos. Cada creyente debe estar siempre examinando su propia vida a fin de asegurarse de que …

  • no está poniendo tropezadero a su hermano en el camino a Dios, ni siquiera un solo obstáculo o impedimento de ninguna especie.
  • no está haciendo una sola cosa que haga que su hermano tropiece y caiga en pecado.

   Si un creyente está constantemente examinando su vida y cuidando de no convertirse en piedra de tropiezo, no tiene tiempo de juzgar y hablar de su hermano. Hay tres conductas muy prácticas que nos impedirán poner tropiezos en el andar de nuestro hermano hacia Dios.

♦1. Primero, debemos mirar qué cosas son inmundas según el criterio de nuestro hermano. Y simplemente, si piensa que alguna conducta o actividad es inmunda, no la hagamos. Las Escrituras nos dan un gran principio en estos tres versículos, un principio que revolucionaría la conducta de los creyentes y de gran parte de la sociedad si sólo se hiciera lo que Dios dice.

   Note las palabras «nada es inmundo en sí mismo». La situación inmediata de la iglesia primitiva tenía que ver con comer ciertos alimentos y observar ciertos días. Sin embargo, el hecho es aplicable a actividades cuestionables que enfrenta cada generación de creyentes. En su forma pura y natural, toda la creación de Dios es aceptable a Dios. Lo que el hombre hace las convierte en impuras.

  • La uva es pura, pero el hombre la toma y hace bebidas alcohólicas que dañan el cuerpo humano y llevan a una conducta inmoral.
  • La comunión es pura; pero el hombre la toma y la convierte en una atmósfera relajada, festiva que lleva a poner en peligro al cuerpo humano, conduce a pensamientos y conversaciones sugerentes y a una conducta inmoral.
  • la vegetación y las plantas de los bosques son puras, pero el hombre las toma y hace toda clase de drogas intoxicantes, bebidas, y alimentos dañinos para el cuerpo humano y llevan a una conducta injusta e inmoral.

   El punto es este: debido a lo que el hombre hace con las cosas y actividades de la tierra, los creyentes deben cuidarse de las cosas que los hombres convierten en inmundas y de las cosas que otros creyentes consideran inmundas. No debemos hacer nada que haga tropezar a nuestro hermano.

   «Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano» (Ro. 14:13).

   «Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió» (Ro. 14:15).

  «Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles» (1 Co. 8:9).

   «Un poco de levadura leuda toda la masa» (Gá. 5:9).

   «El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo» (1 Jn. 2:10).

♦ 2. Segundo, debemos andar en amor con el hermano.

   Notemos:

   No tenemos que hacer nada que perjudique al hermano. ¡Imaginémonos! No tenemos que causarle «pesar»; no debemos causarle ningún tipo de miseria o perturbación. (¡Qué impacto producirla esto sobre las iglesias y el mundo si pusiéramos en práctica este mandamiento!)

   No debemos hacer nada que destruya a un hermano. Este es un mandamiento enérgico: «No lo destruyas» [me apollue]. Las palabras significan herir y dañar hasta el punto de destruir. Tal conducta es absolutamente prohibida para el creyente cristiano. No tenemos que hacer absolutamente nada que destruya o arruine a nuestro hermano.

   Pensamiento. Piense en el juicio que vendrá sobre algunos a causa de sus juicios y críticas, sus quejas y divisionismo, sus hábitos y conducta, su beber y festejar. Basta con mirar la naturaleza misma de algunos que están constantemente causando problemas y siendo piedra de tropiezo para jóvenes y viejos por igual.

   «Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poder tropiezo a mi hermano» (1 Co. 8:13).

   «Ninguno busque su propio bien, sino el del otro [bienestar)» (1 Co. 10:24).

   «El amor no hace mal al prójimo: así que el cumplimiento de la ley es el amor» (Ro. 13:10).

   «Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradamos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación» (Ro. 15:1·2).

   «Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gá. 5:14).

   «Si en verdad cumplís la ley real, conforme a las Escrituras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Stg. 2:8).

♦ 3. Tercero, debemos tener presente que Cristo murió por nuestro hermano. Esta es una clara razón por la que no debemos causar pesar, y mucho menos destruir a nuestro hermano: Cristo murió por él. El argumento es fuerte: si Cristo le amó tanto como para morir por él, entonces debemos amarle en forma suficiente como para renunciar a unos pocos deseos y actividades.

   «Y por el conocimiento tuyo se perderá el hermano débil por quien Cristo murió» (1 Co. 8:11).

   «Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Co. 5:15).

    «Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él» (Col. 1:21-22).

   [2]. (14: 16-18) Critica ▬ libertad cristiana vs. libertinaje: no dar ocasión para la crítica. Se puede abusar de la libertad cristiana. El creyente puede ser libre de comer y beber algunas cosas y libre de ir y participar de ciertas actividades, pero no debería hacerlo. ¿Por qué? Porque su conducta sería considerada mala. Dos hechos deben ser recordados por los creyentes cuando piensan en cosas indiferentes.

▬ 1. La preocupación del creyente es el reino de Dios, no el placer. Note: el reino de Dios no consiste en comida o bebida; esto es, no tiene que ver con las cosas externas sino con el corazón. No es pecado abstenerse de comidas y bebidas y de actividades cuestionables; por lo tanto, el creyente debe mantenerse alejado de cualquier cosa que cause pesar a otros o les haga tropezar. El reino de Dios es …

  • justicia: ser y hacer lo correcto; establecer y mantener el bien más elevado que sea posible con Dios y los hombres.
  • paz: estar en una relación correcta con Dios y el hombre, y conservar esa relación; trabajar para que exista el bien más elevado entre Dios y el hombre.
  • gozo: experimentar la plenitud y felicidad de una correcta relación con Dios y el hombre; producir el fruto de estar en una relación correcta con Dios y el hombre.

   El punto es éste: el creyente debe estar preocupado con las personas y la relación con Dios y consigo mismo, no con el derecho de comer, beber y llevar una vida social. Su propósito primario es alcanzar a los hombres y edificarles, no causarles pesar y hacerles tropezar.

▬ 2. El creyente que pone el bienestar espiritual de la gente por delante de sus propios deseos agrada a Dios y a los hombres. Note un punto crucial: esta es la persona que es aceptable a Cristo, la persona que es un creyente genuino. El que profesa conocer a Dios ha hecho una profesión cuestionable …

  • si no ama a Dios tanto como para hacer lo que Él dice.
  • si no ama a su hermano y a sus semejantes lo bastante como para evitarles el pesar y no series de tropiezo.

   «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt. 7:21).

   «Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de mí» (Mr. 7:6).

   «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn. 14:21).

   «Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra» (Tit. 1:16).

   Note otro hecho: el creyente que busca el bienestar de su hermano será aceptable a los hombres.

   «No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba» (2 Co. 10:18).

   «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza» (1 Ti. 4:12).

   «De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama que la plata y el oro» (Pr. 22:1).

    «Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento» (Ec. 7:1)

Nota del expositor: «El joven que es lleno del Espíritu Santo, debe someter su libertad en cuanto a la comida, en beneficio del débil, recibiendo la bendición de agradar a Dios y a los hombres».

 

1er Titulo: El conocer a Dios permite al hombre juzgar a conciencia la pureza de los alimentos. Versículo 14. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; más para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. (Léase: Los Hechos 10:15. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. ▬ 1ª a los Corintios 10: 23 al 26. Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud.).

   No hay comida impura a menos que alguien crea que es así (14:14)

   Luego, Pablo hace una declaración clara sobre las leyes de lo limpio y lo inmundo, y muestra inequívocamente que está totalmente de acuerdo con los fuertes. La ley del Antiguo Testamento consideraba algunas cosas como “comunes” y causaban contaminación. Tales reglas definieron lo que era santo, o apartado para Dios. Cuando Cristo vino, todas esas diferencias se centraron en él. Las leyes de lo limpio y lo inmundo ya no eran necesarias ya que Cristo cumplió o completó su propósito en el esquema divino de las cosas. Pablo se dio cuenta de esto tanto a través de su experiencia de Cristo como a través de las enseñanzas de Cristo sobre la ley (Mateo 5:17–20; Marcos 7:19).

   Mientras Pablo está de acuerdo con los fuertes en su libertad de la ley, agrega una advertencia muy importante que los fuertes no entendieron: “Si algo es impuro, lo es solamente para quien así lo considera”. El fuerte debe respetar la conciencia de una persona que no está de acuerdo con él en esto, porque la conciencia religiosa de cualquier persona es esencial para su propio caminar con el Señor. Los fuertes deben comprender que las personas difieren en su capacidad para comprender una verdad y ver hacia dónde conducen los argumentos. El ejercicio de la libertad no siempre es el mejor camino para seguir, ya que puede dañar seriamente a otro cristiano con una conciencia diferente. Debemos honrar las convicciones de otra persona por encima de nuestra libertad de hacer lo que mejor creamos para nosotros mismos.

    Los Hechos 10:14. Pedro contestó, “Ciertamente no, Señor. Nunca he comido nada impuro e inmundo”. 15. Y la voz le habló por segunda vez, “No consideres inmundo lo que Dios ha hecho limpio”. 16. Esto ocurrió por tres veces; e inmediatamente el objeto fue tomado arriba en el cielo.

(a). “Ciertamente no, Señor. Nunca he comido nada impuro e inmundo”. Cuando Pedro ve a los animales y oye la voz que le dice, “Levántate, Pedro. Mata y come”, responde usando algunas palabras dichas por el profeta Ezequiel cuando Jerusalén pasaba por un período de hambruna:

   “Y dije: ¡Ah, Señor Jehová! he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda”. [Ez. 4:14] Pedro oye la voz de Dios hablándole; en su reacción, se dirige a Dios como Señor. Él sabe que si Dios habla desde los cielos es porque algo importante está ocurriendo. Dos ejemplos de ello fueron el bautismo de Jesús y su transfiguración (Mt. 3:17; 17:5). Que Dios le hable a Pedro es algo significativo. Marca la entrada de los gentiles en la iglesia, de acuerdo con la voluntad de Dios, su plan y propósito.

   El prejuicio cultural de Pedro está tan arraigado en él que fuertemente rehúsa obedecer la orden de Dios de que mate y coma. Aludiendo a la Escritura (Ez. 4:14), le parece estar en la razón al objetar la orden divina. Le dice al Señor que nunca ha comido nada impuro e inmundo y que así ha respetado la barrera entre judíos y gentiles.

   ¿Cuál es el significado de las palabras impuro e inmundo? Los judíos podían comer la carne de sólo los animales que Dios había declarado limpios: los rumiantes y todos aquellos con la pezuña hendida. Los demás animales eran impuros e inmundos. El lienzo que descendió del cielo contenía animales de ambos tipos. Cuando Dios le dijo a Pedro que matara y que comiera, no hizo ninguna distinción entre las dos categorías. Pedro, sin embargo, estableció la diferencia; es más, consideró impuros a los animales puros debido a su asociación con aquellos.

(b). “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. Esta es la segunda vez que una voz habla desde el cielo y da respuesta a la objeción legítima de Pedro. La voz transmite el mensaje que Dios, quien formuló las leyes sobre la alimentación de su pueblo Israel puede también anular dichas leyes de acuerdo a su soberana voluntad. Dios ha hecho a los animales puros, por lo tanto, Pedro y los judíos cristianos pueden pasar por alto las leyes sobre comida que han venido observando desde los días de Moisés (c.f. Ro. 14:14). Literalmente, el texto griego puede ser traducido así: “Lo que Dios ha hecho limpio, no lo sigas llamando impuro”.

   ¿Cuándo abolió Dios las leyes sobre alimentación en relación con los cristianos judíos? La vigencia de estas leyes cesó en el mismo momento en que Dios quitó la barrera entre judíos y gentiles. La abolición de estas leyes significa que los cristianos, tanto judíos como gentiles, entran en una nueva relación y se aceptan mutuamente como iguales en la iglesia. La barrera es quitada por Dios, el mismo que la había establecido.

(c). “Esto ocurrió por tres veces”. La voz celestial es incapaz de convencer a Pedro antes que se haga oír por tres veces. Pedro debe haber recordado la enseñanza de Jesús en el sentido que no contamina al hombre la comida que entra por su boca (Mt. 15:11). Tres veces la voz celestial habla a Pedro y le dice que Dios ha purificado todos los alimentos. Por implicación, Dios le está enseñando que con la abolición de las leyes sobre la alimentación él puede ahora reunirse con los gentiles y tener comunión en la mesa con ellos. Después de oír la voz celestial por tres veces, Pedro está convencido. Y de pronto, cuando el portavoz en jefe de los doce apóstoles y líder de la iglesia de Jerusalén atiende a la voz, la sábana es llevada de nuevo al cielo. Este regreso al cielo de nuevo indica que Dios mismo ha abierto el camino para el ministerio del evangelio a los gentiles.

    1ª de corintios 10: 23-26. [23]. «Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo edifica. 24. Que nadie busque su propio provecho, sino el del prójimo.

   «Todo está permitido’, pero no todo es provechoso». Este lema de los corintios ya apareció anteriormente (6:12), pero en el contexto de la inmoralidad sexual: algunos cristianos de Corinto se tomaban libertades respecto a su vida social. En este versículo, Pablo vuelve a citar el lema, pero ahora lo aplica al asunto de comer carne de la carnicería (v. 25).

   Lo breve del lema todo está permitido oscurece lo que Pablo quiere decir. Aquí no ocurre el pronombre me (cf. 6:12; véase Eclesiástico 37:26–28), así que es improbable que hable sólo de sí mismo. El contexto sugiere una aplicación más amplia: hasta los filósofos en los círculos helénicos planteaban preguntas similares sobre la libertad, y los judíos eran expertos en preguntar qué era permitido y qué no. Por eso, los ministros judíos proveyeron de cientos de mandamientos y estipulaciones humanas. Creían que el hombre bueno era libre, porque su conducta era irreprochable. No obstante, dentro de la membresía de Corinto, al parecer algunos cristianos judíos cuestionaban la libertad cristiana de Pablo. En el capítulo 10, respecto al asunto de la idolatría, Pablo se dirige a los cristianos judíos. Pero el desafío de Pablo no sólo venía del sector judío, también surgía del sector gentil.

   Pablo tiene una contra respuesta al lema de los corintios: «pero no todo es provechoso». Aludiendo implícitamente a los intereses egoístas de algunos, Pablo afirma que el egoísmo hace nula la posibilidad de recibir premios.

b. «‘Todo está permitido’, pero no todo edifica». Pablo repite el lema, pero esta vez responde de otra forma, habla de lo que no edifica. La labor de edificar es siempre algo que uno hace por otros. Así que, es lo opuesto a lo que nos aprovecha, el beneficio no es para nosotros. Pablo enseñó a los corintios que el amor y la búsqueda de la paz llevan a la edificación mutua (8:1; Ro. 14:19).

c. «Que nadie busque su propio provecho, sino el del prójimo». Continuando su consejo pastoral para los creyentes de Corinto, Pablo añade una oración que nos recuerda exhortaciones de otras de sus cartas: «Cada uno debe agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo» (Ro. 15:2) y «Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás» (Fil. 2:4). El contenido de todas estas exhortaciones hace eco de la enseñanza de Jesús, cuando él resumió el Decálogo, diciendo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt. 22:39). Pablo nota que este resumen es el cumplimiento de la ley (Ro. 13:10) y Santiago lo llama la ley real (Stg. 2:7).

   No es fácil velar por los intereses de otro. Por naturaleza estamos inclinados a buscar primero nuestro propio bien, y después, si queda tiempo y medios, pensamos en los demás. Jesús enseñó la parábola del buen Samaritano para mostrarles a los expertos en la ley del Antiguo Testamento cómo amar al prójimo (Lc. 10:25–37). El mandato de Pablo de buscar el bien de los demás refuerza su contra respuesta, pero no todo edifica. Edificar y buscar el bien de los demás son la misma cosa.

   [25]. Comed todo lo que vendan en la carnicería sin hacer preguntas por motivos de conciencia.

a. «Comed todo lo que vendan en la carnicería». Pareciera un poco brusca la transición entre este versículo y el anterior. Por cierto, los editores del Nuevo Testamento griego empiezan aquí un nuevo párrafo, indicando con esto que Pablo se mueve a un nuevo asunto. Quizá podríamos decir que Pablo debió haber introducido sus ejemplos prácticos (vv. 25–27) de una forma más apropiada, pero también hay que reconocer que sigue con el mismo tema. Lo que hace es mezclar los principios del ejercicio de la libertad cristiana con aplicaciones a las circunstancias que encontrarán los destinatarios.

   Una de esas circunstancias era el comprar en una carnicería (véase también el comentario al capítulo 8). En el antiguo Corinto a la carnicería se le llamaba makellon, un término que también aparece en el latín (macellum). Los rabinos permitían que los judíos de la dispersión comprasen carne en el makellon, pero estipulaban que no debía ser carne sacrificada a ídolos. Además, el carnicero debía declarar que sólo tenía carne kosher, esto es, acorde al ritual judío. ¿Pero qué del cristiano gentil que pertenecía a la iglesia de Corinto? Ellos no tenían problema. El ciudadano ordinario de Corinto compraba carne que a menudo no tenía conexión alguna con la idolatría. C. K. Barret comenta: «El problema de la eidōlothyta [=carne sacrificada a un ídolo] rara vez habría ocurrido, y es posible que nunca hubiera surgido en una iglesia gentil como la de Corinto, si los creyentes judíos no lo hubiesen levantado (quizá fueron los del grupo de Cefas)».

b. «Comedsin hacer preguntas por motivos de conciencia». Cuando Pablo aconseja a sus lectores a que coman carne sin preguntar por su procedencia, se dirige a los judíos cristianos, pues son ellos los que insistirían en comprar y consumir sólo comida kosher. Pero el consejo de Pablo contradice deliberadamente la enseñanza judía. Pablo pensaba que una vez que la carne llegaba a la carnicería, perdía su significado religioso.

   De seguro que no es al cristiano fuerte que Pablo anima a comer, ya que eran ellos los que hacían caer a otros (véase el v. 32). Tampoco es probable que de repente quiera persuadir al débil (8:1) a que coma comida sacrificial. El apóstol más bien les habla a sus compatriotas. A los judíos les molestaba la conciencia si comían comida que pudiese no cumplir con las reglamentaciones judías. Los cristianos judíos le consultan a Pablo qué dice la Escritura al respecto.

   [26]. Porque «Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella». Cuando Pablo da un consejo pastoral, por lo general prevé de que tendrá oposición y, por tanto, establece lo que enseña apelando a la Escritura. En esta oportunidad cita las conocidas palabras del Salmo 24:1, que tienen un mensaje similar a otros salmos (Sal. 50:12; 89:11).

   La literatura judía nos informa que la cita de este Salmo en particular se usaba al orar antes de las comidas. «El contenido y propósito principales de estas bendiciones eran alabar y agradecer a Dios por su abundante bondad, la que ha derramado sobre sus criaturas y, al mismo tiempo, pedirle permiso para gozar de los frutos de este mundo, porque del Señor es la tierra y su plenitud’ [Sal. 24:1]». Es obvio que Pablo piensa en la hora de la comida, pues más adelante habla de participar en una comida y de dar gracias (v. 30).

   Mientras que los rabinos empleaban las palabras del Salmo 24:1 a la hora de la comida, Pablo añade una interpretación adicional que acepta y agradece todo tipo de comidas. Aquí oímos el eco de la voz celestial que le dijo a Pedro «Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro» (Hch. 10:15; véase los vv. 9–16). Por implicación, los cristianos judíos podían comprar en la carnicería y no debían preguntar por el origen de la carne cuando comían. Aunque Pablo no añade una conclusión cuando cita el Salmo 24:1 para fundamentar su argumento, lo que intenta decir es claro. Aun si la carne fue ofrecida a un ídolo, no debe ser un asunto de conciencia para los corintos, porque Dios es el Señor de la creación. El sentido del Salmo 24:1 se refleja en el comentario que Pablo hace sobre la creación: todas las cosas existen por Dios el Padre y el Señor Jesucristo (8:6). El Señor lo ha creado todo y es él quien santifica la comida. Por tanto, los cristianos deben de recibirla de su mano como una respuesta a la oración: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mt. 6:11).

2° Titulo: Debemos atender con amor al débil, para no darle ocasión de caer. Versículo 15. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. (Léase: San Mateo 18: 14. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. ▬ 1ª a los Corintios 8:10 al 12. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.). 

   La tesis: no exijan su libertad y destruyan al otro (14:15–16)

   Aquí Pablo va más allá, cambiando a la segunda persona del singular “tu” para un mayor impacto. Los fuertes no solo deben abstenerse de discutir su caso con demasiada fuerza alrededor de los débiles; incluso deben abstenerse de ejercer su libertad entre ellos. Ambas partes son hermanos y hermanas entre sí, y ningún hermano quiere causar angustia innecesaria a los miembros de su propia familia.

   Estos cristianos judíos fueron “escandalizados” (NVI “angustiados”) ante la llamada libertad cristiana de los fuertes para ignorar la ley del Antiguo Testamento y comer cualquier carne que quisieran. Cuando los fuertes forzaron el problema, ambos alteraron la conciencia de los débiles y los lastimaron espiritualmente. A estos cristianos débiles se les dice primero (y algunos están convencidos) de que están equivocados, y luego ven a los fuertes comer alimentos prohibidos, y su conciencia se pone aún más angustiada. La progresión de Pablo en este versículo es enfática: cuando los débiles ven a los fuertes ejercer su libertad, primero son terriblemente heridos (“angustiados”) y luego “destruidos”, lo que significa que se apartan por completo de sus creencias cristianas.

   Pablo les dice a los fuertes, “ya no te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió. No hay preocupación por la fe o la vida espiritual de la persona, solo por ganar el debate y probar que el otro está incorrecto. Pablo hace esto aún más enfático al agregar que el que está siendo destruido es alguien “por quien Cristo murió”. Jesús entregó su vida en la cruz como un sacrificio expiatorio por la salvación de esa persona, y los fuertes los han llevado a la ruina espiritual en aras de ejercer su libertad cristiana y ganar el debate.

   Los cristianos no deben ejercer su libertad de ninguna manera en la que se pueda dañar a otra persona espiritualmente. Hacerlo es no “andar en amor” (del griego literal en el v. 15), que es la característica esencial del verdadero seguidor de Cristo (12:9–21). En las diferencias de convicción teológica, el pueblo de Dios debe respetar las convicciones de los demás evitando hacer lo que les pudiera ofender. Pablo se sintió libre de comer lo que antes veía como alimentos inmundos, pero también era libre de negarse a hacerlo cuando otros cristianos con él fueron condenados a hacerlo. ¡La libertad cristiana también se ve cuando nos abstenemos de una acción!

   Pablo concluye su punto en el versículo 16 afirmando: “no den lugar a que se hable mal del bien que ustedes practican”. Literalmente dice: “Por lo tanto, no dejes que tus cosas buenas sean blasfemadas / calumniadas”. Mientras algunos piensan que “el bien” se refiere generalmente a todas las bendiciones del pacto de Dios (o tal vez al evangelio), es más probable que Pablo tenga la intención específica de resumir el conocimiento de los fuertes de que las leyes alimentarias ya no estaban vigentes. La libertad de comer todo y cada uno de los alimentos es realmente una buena cosa, pero si esta libertad alguna vez llevó a la fe de otros creyentes a ser destruida, entonces el nombre de Cristo sería “blasfemado” o “mencionado como malo”, tanto por dentro como fuera de la iglesia. El mismo nombre de Cristo sería difamado como resultado de la devastación espiritual causada por estos cristianos “fuertes” demasiado celosos.

   Lo que es bueno en sí mismo puede tener consecuencias terribles si no se usa sabiamente. El daño espiritual infligido por el debate resultaría en que la iglesia y al Cristo a quien sirven fueran blasfemados por muchos. Sobre todo, es obligatorio que ambas partes del conflicto vivan sobre la base del amor, honrando y respetando las convicciones honestas de la otra parte. Los fuertes deben considerar que los débiles no son peones manipulados en la “verdad” sino hermanos y hermanas a quienes quieren ayudar a crecer y a quienes respetan por completo en términos de su caminar con el Señor. Demasiados incrédulos dicen: “¿Por qué debería ser cristiano? No se llevan bien entre sí, entonces, ¿por qué debería pensar que ser cristiano me traerá paz y felicidad? “Debemos cambiar esta percepción, que se basa en demasiados datos válidos. Tenemos que ganarnos el derecho a ser escuchados.

   San Mateo 18:14. Jesús continúa: 14. Así tampoco es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos. En estrecha conexión con el versículo precedente, debemos concluir que lo que Jesús está afirmando en forma tan enfática es que el Padre celestial está definitivamente interesado en cada una de sus ovejas, sí, aun en cada una de sus ovejas errabundas. Al enviar a su Hijo al mundo está rescatando ovejas que se han extraviado. El Padre se complace en esto. Véase Lc. 15:7, 20, 22–24. Lo mismo ocurre con el Hijo. Véanse Mt. 9:12, 13; Lc. 19:10; Jn. 10:11, 14. Los discípulos también tienen que participar en este tipo de obra. Véanse Mt. 9:36–10:1; Jn. 4:35.

   La verdad que aquí se revela es ciertamente muy consoladora. La enseñanza de toda la Escritura es que Dios ha revelado su voluntad de que ninguno se pierda, sino que todos sean salvos y que esto es su delicia. En conformidad con esto, véanse los siguientes pasajes: Dt. 5:29; Sal. 81:13; Is. 45:22; 48:18; Ez. 18:23, 32; 33:11; Mt. 11:28, 29; Jn. 7:37; 2 P. 3:9; Ap.

22:17. Véase también sobre Mt. 9:37, 38 y 23:37 (cf. Lc. 13:34).

    1ª de Corintios 8:10-12. Porque si alguien te ve a ti que tienes conocimiento comiendo en el templo de un ídolo, ¿no será envalentonada la conciencia del débil llevándolo a comer la comida ofrecida a los ídolos?

Nótese las siguientes observaciones:

a. Cenar. Tomando una situación de la vida diaria, Pablo imagina a un cristiano espiritualmente fuerte sentado comiendo en un templo de un ídolo. Este creyente podría haber sido invitado a una celebración que se llevaba a cabo en uno de los muchos comedores de un templo. La carne que se consumiría sería la de un animal ofrecido a un ídolo. El fuerte argumentaría que el ídolo no es otra cosa que piedra tallada y que la carne no era más que comida ordinaria. Su fe en Dios permanecería fuerte. Además, no quería romper sus relaciones familiares y con sus amigos. Se sentía obligado a asistir a la fiesta a la que había sido invitado y tomaba la cena como una ocasión para compartir con parientes y amigos. En virtud de su firme conocimiento de la fe cristiana, no vería nada malo en hacerse presente en una comida festiva en uno de los comedores del templo.

   Aunque Pablo ilustra el problema ocupando la expresión pronominal a ti, su intención es plantear algo que ocurría con frecuencia. Por ejemplo, era muy posible que Erasto, que era director de obras públicas de Corinto (Ro. 16:13) y miembro de la iglesia local, tuviera que asistir a dichas comidas.

   Como Pablo apoya la libertad cristiana, no reprocha al creyente que come en el comedor de un templo. Correctamente observa que el creyente espiritualmente fuerte no está adorando un ídolo, sino que gozando de la compañía de familiares y amigos. Por contraste, en otro pasaje (10:19, 20) Pablo ataca la idolatría y describe el pecado de adorar ídolos. Ahora llama la atención, no al comer en un comedor, sino al efecto que esta acción puede tener en el hermano débil. Esta acción tiene el potencial de empujar al débil a la idolatría.

b. Conciencia. Es muy probable que el hermano débil no sea judío, pues al judío no le pasaría por la mente entrar en un templo para comer carne que ha sido sacrificada a un ídolo. El hermano débil es más bien un gentil que hace poco se convirtió al cristianismo y cuyo conocimiento espiritual es limitado y cuya conciencia es débil. Ahora Pablo levanta una pregunta irónica: «El comer en un templo, ¿envalentona la conciencia del hermano débil?

   La conducta del fuerte guía al débil, pero lo guía a descarriarse. Si una persona espiritualmente débil entra en el comedor y come, su conciencia es contaminada, no fortalecida (véase el v. 7). Por eso no es el hermano débil, sino su conciencia débil la que es envalentonada. La voz interna de la conciencia ya no lo mantiene a raya. Al comenzar su discusión sobre esta materia, Pablo hizo ver que el conocimiento envanece y el amor edifica (v. 1). Pablo ahora reitera la misma idea en diferentes palabras. Una conducta carente de amor y consideración puede ser desastrosa, especialmente para los débiles espiritualmente que se dejan llevar por el ejemplo del fuerte. La persona que tiene conocimiento es del todo responsable por la salud espiritual del débil. Su conducta inconsiderada constituye un pecado contra Cristo.

   [11]. Porque el hermano débil por quien Cristo murió es destruido por tu conocimiento.

   Cuando el hermano débil come carne sacrificada en un templo pagano, asocia su acto con la adoración al ídolo. El remordimiento de la conciencia destruye su confianza. En vez de ser edificado es destruido. Pablo apunta las consecuencias de la conducta del hermano que tiene conocimiento, el cual intencionalmente pasa por alto las objeciones que levanta el débil. Pablo hace notar que la conducta inconsiderada del sabiondo destruye al «hermano débil por quien Cristo murió».

   En este versículo Pablo habla sobre la vida espiritual de los cristianos débiles. Tres cosas hay que tener en consideración al explicar el punto de vista de Pablo:

   Primero, el ordenamiento sintáctico que Pablo usa hace que cada palabra tenga importancia. Subraya en especial los verbos murió y es destruido. Estos dos verbos son las palabras claves. En esta oración, el verbo es destruido está en tiempo presente e indica que la acción ya se está produciendo. El hermano débil «está siendo destruido». El tiempo presente indica a una acción en progreso, pero no quiere decir que el hermano débil «ya se perdió».

   Segundo, el contexto inmediato (v. 12) registra el verbo herir, dañar en el tiempo presente. Pablo usa este verbo como un sinónimo que explica el sentido de «es destruido».

   Finalmente, el pasaje paralelo de Romanos 14:15 y su contexto iluminan este versículo. «Ahora bien, si tu hermano se angustia por causa de lo que comes, ya no te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió». Si Cristo pagó el sacrificio supremo muriendo por el hermano débil, lo menos que el hermano fuerte puede hacer es mostrar amor a sus hermanos absteniéndose de comer ciertas comidas. Este versículo tiene como fin mostrar el contraste entre la muerte de Cristo y la dureza de los fuertes de Corinto.

   El texto requiere dos observaciones adicionales. Primero, Pablo no está enseñando que el cristiano fuerte puede hacer que el débil espiritual se pierda, pues no dice «pecador» u «hombre», sino «hermano». Esto implica que Cristo continúa protegiendo a esta persona del peligro y que lo ayudará a estar firme (Ro. 14:4). En suma, si Cristo amó tanto a este hermano que murió por él, también lo ayudará a resistir la tentación. Segundo, algunas traducciones introducen un verbo auxiliar: «puede perderse» (CB), «puede perecer» (VM), para comunicar la probabilidad de perderse, pero no la realización de ella. La falta de amor de parte de los fuertes impide el crecimiento espiritual del hermano débil. No obstante, Cristo lo ha redimido y lo ha santificado (1:2) teniéndolo como su hermano (cf. Heb. 2:10, 11).

   Pablo ya no habla en forma general, sino que aborda a los fuertes personalmente. Escribe «tu conocimiento», llamando la atención a la carencia de amor en la actitud de aquellos corintios envanecidos por su conocimiento (v. 1). Además, el uso del pronombre personal tu parece indicar que el problema involucraba a un número de personas. Pablo contrasta la muerte de Cristo—como el amor más grande que pudiera haber—con el conocimiento carente de amor de algunos cristianos. De esta forma, Pablo anima a sus lectores a expresar su amor a los hermanos débiles de la iglesia.

   [12]. De esta forma pecáis contra Cristo cuando pecáis contra vuestros hermanos y herís su débil conciencia.

   Para concluir, el apóstol apunta al centro del problema. Dos veces emplear el verbo pecar en la misma oración. El griego enfatiza esto colocando pecáis casi al principio de la oración y al final de ella.

   Nótese lo siguiente:

a. Pecáis contra Cristo. Al usar el tiempo presente pecáis, Pablo indica que los corintios están en el proceso de cometer el pecado de no amar a Cristo. El tiempo presente apunta a que insultan a Cristo en forma terrible, aun cuando su dureza se dirige contra sus propios hermanos en Cristo.

   Cuando la luz celestial cegó a Pablo, camino a Damasco, Jesús le preguntó por qué lo perseguía. Anonadado, Pablo le preguntó a Jesús por su identidad. Jesús le respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch. 9:5; 22:8; 26:15). Jesús es uno con sus hermanos y hermanas. Esto hace que una ofensa contra un creyente sea una ofensa contra Jesús (véase Mt. 25:41).

b. Contra vuestros hermanos. Los creyentes fuertes pecan contra sus hermanos, es decir, contra la iglesia. Su pecado está en la actitud que toman hacia sus hermanos en Cristo. Esto hace que no sean sus hermanos sino ellos los culpables que se enfrentarán con el juicio. En una batalla, los soldados no deben disparar sus armas contra sus compañeros. Los cristianos que pecan contra sus hermanos, pecan contra Dios, teniendo que enfrentar a Dios en su calidad de Juez que puede «salvar o destruir» (Stg. 4:12).

c. Hiriendo su débil conciencia. Una traducción literal de la frase sería: «hiriendo la conciencia de ellos, la cual está en una condición débil». Cristianos que se espera que animen e instruyan a sus hermanos, más bien hieren su débil conciencia repetidamente. «Lo que requiere una atención compasiva es tratado brutalmente, de manera que su sensibilidad es adormecida». Desde un punto de vista objetivo, el creyente fuerte de Corinto hería continuamente la débil conciencia de su hermano, induciéndolo a comer comida sacrificada. No lo hería físicamente, sino espiritualmente. Hería una conciencia ya débil, haciéndole insensible. Desde un punto de vista subjetivo, la débil conciencia herida del creyente hace que pierda su autoestima.

3er Titulo: Andar conforme al espíritu agrada a Dios y a los hombres. Versículos 16 al 18. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. (Léase: Gálatas 6:8 al 10. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. ▬ Colosenses 1:9-10. Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.)

   El objetivo: justicia, paz y alegría (14:16–18)

   Pablo concluye su punto en el versículo 16 afirmando: “no den lugar a que se hable mal del bien que ustedes practican”. Literalmente dice: “Por lo tanto, no dejes que tus cosas buenas sean blasfemadas / calumniadas”. Mientras algunos piensan que “el bien” se refiere generalmente a todas las bendiciones del pacto de Dios (o tal vez al evangelio), es más probable que Pablo tenga la intención específica de resumir el conocimiento de los fuertes de que las leyes alimentarias ya no estaban vigentes. La libertad de comer todo y cada uno de los alimentos es realmente una buena cosa, pero si esta libertad alguna vez llevó a la fe de otros creyentes a ser destruida, entonces el nombre de Cristo sería “blasfemado” o “mencionado como malo”, tanto por dentro como fuera de la iglesia. El mismo nombre de Cristo sería difamado como resultado de la devastación espiritual causada por estos cristianos “fuertes” demasiado celosos.

   Lo que es bueno en sí mismo puede tener consecuencias terribles si no se usa sabiamente. El daño espiritual infligido por el debate resultaría en que la iglesia y al Cristo a quien sirven fueran blasfemados por muchos. Sobre todo, es obligatorio que ambas partes del conflicto vivan sobre la base del amor, honrando y respetando las convicciones honestas de la otra parte. Los fuertes deben considerar que los débiles no son peones manipulados en la “verdad” sino hermanos y hermanas a quienes quieren ayudar a crecer y a quienes respetan por completo en términos de su caminar con el Señor. Demasiados incrédulos dicen: “¿Por qué debería ser cristiano? No se llevan bien entre sí, entonces, ¿por qué debería pensar que ser cristiano me traerá paz y felicidad? “Debemos cambiar esta percepción, que se basa en demasiados datos válidos. Tenemos que ganarnos el derecho a ser escuchados.

   Cuestiones de observancia legal como comer y beber no son de lo que se trata el reino. Pablo les recuerda a los romanos lo que realmente le importa a Dios, y ninguna trata de cuestiones divisivas como las leyes alimentarias. Me pregunto si Dios hoy nos dirá algo como: “No debiste desperdiciar la energía y el tiempo de la iglesia peleando por cosas como películas, que música en la adoración Dios prefiere, o incluso el rapto o la predestinación”. Definitivamente vale la pena debatirlos y estudiarlos, pero nunca deben convertirse en fines en sí mismos o para dividir iglesias.

   Pablo aclara claramente: “Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas y bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo”. La iglesia romana no debía enfatizar asuntos periféricos. Estos no son completamente inútiles, pero deberían estar en la periferia y en el tiempo correcto. Los aspectos esenciales del reino deberían estar en el foco central. Curiosamente, este es el único lugar en Romanos en donde Pablo menciona el reino de Dios, y es a la discusión sobre temas centrales del reino. El reino está irrumpiendo en este mundo como prueba de que los últimos días están aquí, y es hora de tomar en serio lo que realmente importa.

   La iglesia debería estar experimentando armonía y una unidad centrada en “justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo”, exactamente lo que la discusión estaba poniendo en peligro. Cada uno de estos tres aspectos, representa un aspecto crítico en Romanos.

◘ 1. La justicia es el tema central del libro y es el núcleo de la soteriología (la doctrina de la salvación). Se refiere tanto a la justificación del creyente como al estilo de vida justo que resulta (véase 1:17; 3:21–26). Hay tres etapas: somos declarados justos por Dios cuando somos justificados sobre la base del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz, luego somos hechos rectos por el Espíritu cuando somos santificados o apartados por su poderosa presencia, y luego vivimos correctamente para Dios al poner en práctica la nueva vida que Cristo nos ha dado.

◘ 2. La paz resulta de la justificación (5:1) y la presencia de El Espíritu en nuestras vidas (8:6, 14–17). Pablo quiere reemplazar el conflicto y el problema en Roma con la paz de Dios. Esto solo ocurrirá cuando las personas que están en desacuerdo entre sí entreguen sus vidas completamente a Cristo y comiencen a cuidarse mutuamente.

◘ 3. La alegría aparece aquí por primera vez en Romanos, pero Pablo concluirá esta sección con una oración para que la “alegría y paz” “llene” la iglesia romana a través del “poder del Espíritu Santo” (15:13). La alegría es la emoción natural que acompaña a la presencia del Espíritu en nuestras vidas. Incluso nuestras pruebas están destinadas a producir un gozo inexplicable a medida que el Espíritu se hace cargo y da la vuelta a todo en nuestro nombre (Stg 1:2–4; 1Pe 1:6–7).

   Las situaciones divisivas se invierten cuando el Espíritu Santo se hace cargo. Los conflictos destructivos no se revertirán por el simple esfuerzo humano, pero con la presencia guiadora del Espíritu, el comportamiento justo puede finalmente traer a la iglesia la paz que necesita y la alegría que proporcionará la prueba de que el reino de Dios una vez más ha triunfado. Para lograr esto, los gentiles fuertes deben moderar sus demandas arrogantes y comenzar a preocuparse más por el desarrollo espiritual de los débiles que por su preciosa libertad.

   En el versículo 18, Pablo les dice a los romanos cómo pueden lograr este objetivo. Deben comenzar a servir “de esta manera a Cristo” (literalmente, “en esto sirve a Cristo”). Hay alguna pregunta sobre exactamente a qué se refiere “esto” aquí. Podría significar (1) “servir a Cristo en este asunto”, es decir, en el conflicto; o (2) ayudar a la iglesia a buscar “justicia, paz y alegría” en lugar de la victoria sobre el otro en el conflicto; o (3) “en el Espíritu Santo”; o tal vez (4) al enfocar el reino en el tema. En el contexto, el “esto” probablemente se refiere a la totalidad del versículo 17: el reino vivo que produce justicia, paz y gozo. Hasta que los cristianos en Roma se den cuenta de la centralidad del reino, nunca resolverán el problema. Lo mismo puede decirse de los problemas similares en nuestros días. El Espíritu debe reemplazar nuestros dogmas cómodos con valores más amplios del reino, y luego podemos ubicar nuestros debates sectarios en la perspectiva adecuada.

   Cuando eso suceda, los dos grupos se unirán en una iglesia y finalmente cumplirán su propósito divino verticalmente (están “agradando a Dios”) y horizontalmente (su servicio “aprobado por sus semejantes”). Cuando los fuertes subordinan su libertad a verdades del reino más importantes, Dios se complacerá con ellos. En esto, Pablo alude a 12:1, donde la presentación de todo nuestro ser agrada a Dios. Al igual que en esa presentación del yo a Dios, este es un acto de sacrificio propio. Entonces la aprobación vendrá de quienes nos rodean, probablemente los mismos que habrían “blasfemado” por destruir a los cristianos débiles en el versículo 16. La imagen parece ser que la gente los está probando para ver si merecen condena o aprobación. Cuando sirven a Cristo y traen paz a la comunidad siguiendo la guía del Espíritu, ganan la aprobación de los demás.

   Gálatas 6:8 al 10. [8]. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, y el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Sembrar para la carne significa dejar que la vieja naturaleza se exprese libremente. De la misma forma, sembrar para el Espíritu significa dejar que el Espíritu se exprese como él quiere. El que hace esto último es aquel que anda por el Espíritu (5:16), y que está siendo dirigido por el Espíritu (5:18). ¿Qué es lo que pasará con estos dos representantes de los bandos opuestos? Ya en esta vida, pero especialmente en y después de la resurrección en el día final, aquel que estuvo sembrando para agradar a su carne, del campo de la carne segará destrucción, ruina total. Por otra parte, el que sembró para agradar al Espíritu, del campo del Espíritu cosechará la vida eterna.

   Los dos términos “corrupción” y “vida eterna” deben ser entendidos en un sentido doble: cuantitativo y cualitativo. En cuanto al primero, los dos son parecidos: ambos durarán para siempre. La “corrupción”, por ejemplo, lejos de indicar una aniquilación, señala una “destrucción eterna” (2 Ts. 1:9). “La vida eterna” (expresión frecuente en los Evangelios, especialmente en el Evangelio de Juan—Jn. 3:16, etc.—pero también en Hch. 13:46, 48; Ro. 2:7; 5:21; 6:22, 23; 1 Ti. 1:16; 6:12; Tit. 1:2; 3:7, frecuentemente también en 1 Juan—3:15, etc.—Jud. 21) tiene la misma duración (Mt. 25:46). Cualitativamente, y esto tanto respecto al alma como al cuerpo, las dos expresiones forman un fuerte contraste. Los que sembraron para la carne serán levantados para vergüenza y condenación eterna (Dn. 12:2). Su gusano no morirá, ni se apagará su fuego (Mr. 9:48). Su morada estará en las tinieblas de afuera (Mt. 8:11, 12; 22:13; 25:10–13). Por el otro lado, aquellos que sembraron para el Espíritu resplandecerán como la luz del firmamento y como las estrellas por los siglos de los siglos (Dn. 12:3). Ellos llevarán la imagen del celestial (1 Co. 15:49), y físicamente serán hechos conforme al cuerpo de la gloria de Cristo (Fil. 3:21). Serán como Cristo, porque le verán tal como él es (1 Jn. 3:2). Para el sentido cualitativo de la expresión “vida eterna”, véase también sobre Gá. 3:11; cf. C.N.T. sobre Juan 3:16.

   [9]. La idea de cosechar (vv. 7 y 8) prosigue en este versículo, pero ahora con la idea de la perseverancia en el bien hacer que se requiere de los creyentes, si es que van a cosechar las bendiciones de la vida eterna. También parecería haber una conexión entre el versículo 9 y el asunto mencionado en el v. 6. Además, en cuanto a el “bien hacer” la conexión que hay entre el v. 9 y el 10 es obvia. Pablo dice: Y no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo segaremos, si no desmayamos. “Hacer el bien”—literalmente, hacer lo que es bello— es un concepto muy amplio, tan abarcador como “andar por el Espíritu” y “ser dirigido por el Espíritu”. Véase también Ro. 7:21; 2 Co. 13:7; y 2 Ts. 3:13. En cada uno de estos pasajes el significado es general, es decir, la expresión “hacer el bien” no se limita a “dar algo a los pobres”. Habiendo admitido esto, también debemos afirmar que la idea de proveer a los necesitados (en cualquier sentido) no está excluida. ¿No es un ingrediente esencial del hacer el bien esta obra de caridad y de dar dirección espiritual? De hecho, es del todo posible que en el contexto presente Pablo esté pensando especialmente en “ayudar a todo aquel que tiene necesidad”, sea de cosas materiales: comida, vestido, albergue (véase Gá. 2:10; 2 Co. 6:6); o espirituales: instrucción, ánimo, consejo, etc.; o las dos cosas. La exhortación contenida en este versículo bien podría tenerse como un comentario del versículo 2, “Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”.

   Cuando el apóstol dice, “No nos cansemos (véase especialmente Lc. 18:1; 2 Ts. 3:13) de hacer el bien”, está indicando una debilidad bien conocida de la naturaleza humana (véase 5:7). Hacer el bien requiere un esfuerzo continuo, un trabajo constante; pero la naturaleza humana, amiga de lo fácil, carece de perseverancia, pronto se desanima. Esto ocurre especialmente cuando los resultados demoran en aparecer, cuando los que debieran cooperar no ayudan, y cuando pareciera que no nos llega ninguna recompensa. Es enteramente posible que fuese esta idea—a saber, el aparente atraso en cuanto al cumplimiento de la promesa respecto al regreso de Cristo con el galardón para sus siervos—lo que molestaba a los gálatas. Así que el apóstol les recuerda que segaremos “a su debido tiempo”, mas no como nosotros lo determinemos sino como Dios lo ha decretado en su plan eterno. Es entonces que la recompensa de gracia —¡no de méritos! — será conferida. La recibiremos si no nos desanimamos y no nos damos por vencidos (cf. Heb. 12:3, 5). Continúa: [10]. Por tanto, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos … Otra vez lo negativo—“No se cansen”, “No se desmayen”—es seguido por lo positivo, “Hagamos bien”. El perseverar en las buenas obras como un producto de la gracia es algo que Pablo constantemente está instando (3:3; 5:7, 18, 25; 6:2). Dios preserva a su pueblo por medio de la perseverancia de ellos. El poder para perseverar procede de él; la responsabilidad es de ellos. Por consiguiente, mientras tengamos oportunidad—y dado que la tenemos—hagamos bien a todos en cada y toda oportunidad que se nos presente. El creyente ha sido puesto en la tierra con ese propósito. La mejor forma de preparar para la segunda venida de Cristo es usar al máximo toda oportunidad para servirle. Además, este servicio debe rendirse a todos sin tomar en cuenta la raza, la nacionalidad, la clase, la religión, el sexo o cualquier otra cosa. Así como el amor activo de nuestro Señor traspasó fronteras (Lc. 9:54, 55; 10:25–37; 17:11–19; Jn. 4:42; 1 Ti. 4:10), el nuestro también debe hacerlo. Sin embargo, esto no significa que no haya áreas de preocupación especial. Esto ha de esperarse. Los padres, por ejemplo, tienen un deber para con sus vecinos, pero su primera obligación es para con sus niños. Lo mismo sucede aquí. Pablo dice: y especialmente a los que pertenecemos a la familia de la fe. En esto también debemos imitar a nuestro Padre celestial, “que es Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen”. Para la explicación de este texto, véase C.N.T. sobre 1 Ti. 4:10. Nótese bien la expresión, llena de consuelo, “la familia de la fe”. Todos los creyentes constituyen una familia, “la familia del Padre” (véase C.N.T. sobre Ef. 3:14, 15). Véase también 1 Co. 3:9; Ef. 2:19; 1 Ti. 3:15; y no nos olvidemos del Salmo 133. Con la expresión “la familia de la fe” se indica a quienes participan del evangelio. En cuanto a la ayuda material, ¿no sería del todo probable que esta “familia de la fe” misma fuese la que estuviera en mayor necesidad de ayuda?

    Colosenses 1:9 y 10. [9]. La cláusula de Pablo que contiene 218 palabras comienza aquí en el versículo 9 y llega hasta el versículo 20. Sin embargo, la preeminencia de Cristo se establece comenzando con el versículo 15, continuando hasta el versículo 20. Por lo tanto, 1:9–14 puede considerarse como una unidad de pensamiento por sí mismo, una conmovedora descripción de la oración que Pablo y sus asociados elevan por los colosenses. En el original, esta parte de la cláusula— seis versículos en total—contiene 106 palabras. Esta sección empieza como sigue: Y por esta razón, es decir, no sólo a causa del amor que se mencionó en el versículo que precede en forma inmediata, sino sobre la base de todas las evidencias de la gracia de Dios en la vida de los colosenses, como se describen en los versículos 3–8, desde el día que lo oímos jamás hemos cesado de orar por vosotros. Pablo quiere decir que él y sus asociados (Timoteo, véase v. 1; Epafras y otros que también son mencionados en 4:10–14) comenzaban ahora a orar “como nunca antes habían orado”; esto es, concediendo que antes habían estado orando por esta iglesia, las noticias que habían llegado hasta el apóstol con la llegada de Epafras habían producido un notable aumento de oración, intercesión ferviente, y esto con gran regularidad (“jamás hemos cesado de orar”). Esto nos trae a la mente la vez que la predicación de Pablo acreció en Corinto después de la llegada de Silas y Timoteo (Hch. 18:5).

   El apóstol creía firmemente en “la comunión en oración”: a. él (y sus asociados) estaba orando por los destinatarios, y b. a su vez se les pedía a los destinatarios que oraran por él. Para el punto a. véase la columna 1; para el b. la columna 2. Nótese como en cada uno de los ejemplos que vienen a continuación tanto la certeza de que Pablo ora por los destinatarios como la petición (expresa o tácita) de que ellos oren por él, aparece en la misma carta: Ro 1:9; Ef. 1:16; Fil. 1:4; Col. 1:9, 1 Ts 1:2; 2 Ts. 1:11; Flm. 4. Columna b: Ro. 15:30; Ef. 6:18-19; Fil. 3:17, 4:9; Col. 1:9; 1 Ts. 5:25; 2 Ts 3:1; Flm. 22

   En base a las bendiciones que ellos ya habían recibido, el apóstol pide favores adicionales. Animado por las evidencias de la gracia de Dios que ya estaban presentes, pide por pruebas adicionales. Ese es el significado de “Y por esta razón”, etc. El Señor no desea que su pueblo pida por demasiado poco. El no desea que vivan pobremente y con mezquindad en la esfera espiritual. ¡Que vivan rica y suntuosamente, en armonía con el Sal. 81:1!

   Ahora bien, la oración que aquí se registra en los versículos 9b–14 debe compararse con las oraciones de Pablo que se hallan en las otras epístolas de su primer encarcelamiento en Roma (Ef. 1:17–23; 3:14–21; Fil. 1:9–11). Al combinarlas, nos damos cuenta de que el apóstol ora que aquellos a quienes se dirige sean enriquecidos en cosas tales como sabiduría, conocimiento, poder, paciencia, longanimidad, gozo, gratitud y amor. Además, notamos que Jesucristo (aquí “el Hijo de su amor”) es considerado como aquel a través de quien son derramadas estas gracias sobre el creyente, y que la gloria de Dios (aquí, “dando gracias al Padre”) es reconocida como el propósito máximo de todas las cosas. Verdaderamente, de ninguna forma puede uno permitirse ignorar las lecciones de Pablo sobre la vida de oración.

   Pablo acaba de usar la palabra orar. Ahora añade pidiendo. El término más general y comprensivo es “orar”, el cual señala cualquier forma de expresión reverente dirigida a la deidad, sin importar si “nos asimos de Dios” mediante una intercesión, súplica, adoración o acción de gracias. Pero pidiendo es mucho más específico, pues indica que se está haciendo una petición definida y humilde. Véase también Fil. 4:6; 1 Ti. 2:1 para varios sinónimos de oración. La oración continúa como sigue, que seáis llenos con el conocimiento claro de su voluntad (conocimiento que consiste) en toda sabiduría y entendimiento espiritual. En vano trataremos de servir a Dios si no sabemos qué es lo que desea de nosotros (Hch. 22:10, 14; Ro. 12:2). Ahora bien, el conocimiento al que se alude aquí no es un conocimiento abstracto o teórico. Tal conocimiento meramente teórico puede ser obtenido por un cristiano nominal, y en efecto hasta cierto punto por un incrédulo declarado y aun por Satanás mismo. Pablo tampoco tiene en mente un depósito de información oculta, tal como el conocimiento de algunas contraseñas. Este conocimiento tampoco es del género de la gnosis misteriosa que los maestros del tipo gnóstico pretendían tener para sus “iniciados”. Por el contrario, es una comprensión profunda de la naturaleza de la revelación de Dios en Jesucristo, una revelación maravillosa y redentora; y es un discernimiento que produce fruto para la vida práctica, como lo indica también el contexto inmediato (v. 10). Este conocimiento fluye de la comunión con Dios y lleva a una comunión aún más profunda. Por tanto, este conocimiento claro (πίγνωσις) trasforma el corazón y renueva la vida. Todas las veces que esta palabra se usa en el Nuevo Testamento, tiene este sentido definido: Ro. 1:28; 10:2; Ef. 1:17; 4:13; Fil. 1:9, 10; Col. 1:9, 10; 2:3; 3:10; 1 Ti. 2:4; 2 Ti. 2:25; 3:7; Tit. 1:1; Flm. 6; He. 10:26; 2 P. 1:2, 3, 8; 2 P. 2:20; y cf. el verbo de la misma raíz en 1 Co. 13:12. Compárese también el trasfondo del Antiguo Testamento: “El principio de la sabiduría es el temor a Jehová” (Pr. 1:7; cf. 9:10; y también Sal. 25:12, 14; 111:10). Pablo ora para que los destinatarios sean llenos del conocimiento rico, profundo y experimental de la voluntad de Dios. No hay duda de que aquí se alude intencionalmente al error gnóstico, con el cual los falsos maestros estaban tratando de desviar a los colosenses del camino correcto. Es como si Pablo estuviese diciendo: “El conocimiento claro de la voluntad de Dios (que es lo que principalmente estamos pidiendo para vosotros) es incomparablemente más rico y satisfaciente que el conocimiento o gnosis que los defensores de herejías les ofrecen”. Este conocimiento penetrante, que es parte del equipo espiritual del cristiano, consiste en “toda sabiduría y entendimiento espiritual”. Esa sabiduría es la habilidad de usar los mejores medios para alcanzar la meta más alta, a saber, una vida para la gloria de Dios. Y equivale a un entendimiento que es a la vez espiritual y práctico. Tal entendimiento pues, no se deja engañar por las tretas de Satanás, la seducción de la carne o las presuntuosas pretensiones de los falsos maestros. Semejante sabiduría y entendimiento—para la combinación de estas dos palabras, véase Ex. 31:3; 35:31, 35; Is. 10:13; 11:2; etc.—es la obra del Espíritu Santo en los corazones humanos. Para las características de la verdadera sabiduría véase también el precioso pasaje de Stg. 3:17.

    [10–12]. El propósito práctico o el resultado que se espera de este conocimiento claro (el cual es el punto de partida de la oración de Pablo por los colosenses) se expone a continuación: de modo que viváis vidas dignas del Señor (cf. Ef. 4:1; Fil. 1:27; 1 Ts. 2:12; 3 Jn. 6). El apóstol y los que están con él oran pidiendo que los colosenses puedan “andar” (cf. Gn. 5:22, 24; 6:9, etc.) o conducirse en armonía con las responsabilidades que su nueva relación con Dios les impone, y en armonía con las bendiciones que esta nueva relación proporciona. No debe haber nada de indiferencia en esta forma de vida. Por el contrario, debe ser de (su) completo agrado (véase además sobre 3:22), debe ser un esfuerzo consciente por agradar a Dios en todo (cf. 1 Co. 10:31; 1 Ts. 4:1). El hecho de que esta conducta que glorifica a Dios será efectivamente el resultado de haber sido lleno del conocimiento claro de su voluntad, es algo fácil de ver, ya que mientras más le amen, más desearán obedecerle en pensamiento, palabra y obra.

   El apóstol pasa ahora a describir esta vida de santificación mediante cuatro participios:

(1) en toda buena obra llevando fruto.

   Pablo atribuye a las buenas obras un inmenso valor cuando son consideradas como el fruto—no la raíz—de la gracia. Ef. 2:8–10 es su propio comentario.

(2) y creciendo en el conocimiento claro de Dios.

   Nótese que el apóstol hace del conocimiento claro de Dios tanto el punto de partida (v. 9) como también la característica resultante (v. 10) de la vida que agrada a Dios. Esto no debe extrañarnos, ya que el conocimiento verdadero y experimental de Dios produce siempre una creciente medida de esta misma gracia. Por esto, aunque desde el mismo principio de la historia, Job ya conocía a Dios, con todo después de un tiempo considerable él pudo testificar:

“De oídas te había oído;

Mas ahora mis ojos te ven.

Por tanto, me aborrezco,

Y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5, 6)

   Los siguientes pasajes tienen un significado muy similar: “Irán de poder en poder” (Sal. 84:7). “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). El apóstol mismo, a pesar que ya conocía a Cristo, sigue todavía orando por un conocimiento más grande: “a fin de conocerle” (Fil. 3:10).

(3) siendo fortalecidos con toda fortaleza.

   La sentencia que dice “el conocimiento es poder” es una verdad en la vida espiritual más que en ninguna otra parte. Cuando una persona crece en el conocimiento claro de Dios, su fuerza y valor aumentan. La divina presencia que mora en él lo capacita para decir, “todo lo puedo en aquel que infunde poder en mí” (Fil. 4:13). Pablo añade, en conformidad con su glorioso poder. “En conformidad con” es una expresión mucho más fuerte que “de” o “por”. Cuando un multimillonario da algo “de” sus riquezas para una buena causa, bien podría estar dando muy poco; pero si dona “en conformidad con” sus riquezas, la cantidad será cuantiosa. El Espíritu Santo no sólo da “de” sino que da “en conformidad con”. Ef. 1:19–23 nos muestra por qué el poder de Dios es, por cierto, “glorioso”. Aquello para lo cual es capacitado el cristiano por esta fuerza en acción (κράτος) se declara por las palabras de forma que podáis ejercer toda clase de paciencia y longanimidad. La paciencia es la gracia de poder permanecer firme, es la valentía de perseverar en la ejecución de la tarea que uno ha recibido de Dios a pesar de todas las dificultades y aflicciones, es el rehusarse a sucumbir a la desesperación o a la cobardía. Es un atributo humano, y se manifiesta en relación a las cosas, esto es, en relación a las circunstancias en que una persona se ve envuelta: aflicción, sufrimiento, persecución, etc. La longanimidad caracteriza a la persona que, en relación con aquellas personas que se le oponen o afligen, ejercita paciencia, rehusando rendirse a la pasión o a la explosión de ira. En los escritos de Pablo se la relaciona con tales virtudes como la bondad, la misericordia, el amor, la benevolencia, la compasión, la mansedumbre, la humildad, la clemencia, y con un espíritu perdonador (Ro. 2:4; Gá. 5:22; Ef. 4:2; Col. 3:12, 13). A diferencia de la paciencia, esta longanimidad no sólo es un atributo humano, sino también es un atributo divino. Se le atribuye a Dios (Ro. 2:4; 9:22), a Cristo (1 Ti. 1:16), como también al hombre (2 Co. 6:6; Gá. 5:22; Ef. 4:2; Col. 3:12, 13; 2 Ti. 4:2). Otra distinción es que la longanimidad se muestra en nuestra actitud hacia las personas y no hacia las cosas. Consideradas como virtudes humanas, tanto la paciencia como la longanimidad son dones de Dios (Ro. 15:5; Gá. 5:22), y ambas son estimuladas por la esperanza, por la certeza de que Dios cumplirá sus promesas (Ro. 8:25; 1 Ts. 1:3; 2 Ti. 4:2, 8; He. 6:12).

(4) con gozo dando gracias al Padre.

   Gracias a la fuerza que Dios les imparte, los creyentes pueden, aun en medio de tribulaciones, dar gracias con gozo y regocijarse con acción de gracias (cf. Mt. 5:10–12; Lc. 6:22, 23; Hch. 5:41; 2 Co. 4:7–17; Fil. 1:12–21). Esta acción de gracias se dirige al Padre, ya que él es quien nos da libremente todas las cosas (Ro. 8:32) a través del “Hijo de su amor” (v. 13). Pablo enfatiza la necesidad de dar gracias una y otra vez (2 Co. 1:11; Ef. 5:20; Fil. 4:6; Col. 3:17; 1 Ts. 5:18). Por lo que respecta a este contexto, las razones por las que los colosenses deben dar gracias al Padre se expresan en los versículos 12b, 13. Aquí, pues, se hace notar que el Padre es quien os hizo aptos para participar de la herencia de los santos en la luz. Así como el Señor en la antigua dispensación proveyó para Israel una heredad terrena, la cual fue distribuida por suerte entre las varias tribus y unidades más pequeñas de la vida nacional (Gn. 31:14; Nm. 18:20; Jos. 13:16; 14:2; 16:1, etc.), de la misma forma ha provisto para los colosenses una porción o parte en la heredad que es mejor. Esta gente provenía principalmente del mundo gentil, y en un tiempo estuvieron “separados de Cristo, alienados de la república de Israel y extraños a los pactos de la promesa, no teniendo esperanza y sin Dios en el mundo”. Pero “ahora, en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo” (Ef. 2:12, 13).

   El hecho de que esta participación es un asunto de gracia soberana y que nada tiene que ver con el mérito humano, está bien claro, ante todo, por la palabra misma que se usa, a saber, herencia: uno recibe una herencia como una dádiva; uno no la gana. Además, este hecho también se enfatiza por las palabras, “quien os hizo aptos”. El mejor comentario de este versículo es la declaración que Pablo hace en 2 Co. 3:5: “nuestra suficiencia viene de Dios”. Es Dios quien hace dignos a aquellos que en sí mismos no son dignos, y quien los capacita en esta forma para participar de la herencia.

   La herencia de los santos quiere decir la herencia de los creyentes redimidos, esto es, de aquellos individuos humanos que, habiendo sido sacados fuera de las tinieblas y colocados en la luz, están consagrados a Dios. Aunque algunos comentaristas son de la opinión de que aquí, en Col. 1:12, la palabra santos se refiere a ángeles, sin embargo, no existe ninguna base que sostenga este punto de vista. Pablo ama la palabra santos, y vez tras vez la usa en sus epístolas. Ni una sola vez la usa para referirse a ángeles, sino siempre para los redimidos (véase Ro. 1:7; 8:27; 12:13; 15:25, 26, 31; 16:2, 15; 1 Co. 1:2; 6:1, 2; 14:33, etc.). Ni 1 Ts. 3:13 es una excepción a la regla.

   Esta herencia “de los santos” es al mismo tiempo la herencia “en la luz”. Esta es “la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6). Es “el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Ro. 5:5); “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7); el “gozo inefable y lleno de gloria” (1 P. 1:8).

   El hecho de que en la Escritura la palabra luz efectivamente se usa para expresar en una forma metafórica todas esas ideas y muchas más, está claro por los siguientes pasajes, en cada uno de los cuales la palabra luz es usada en un contexto que la interpreta:

   La palabra luz se usa en conexión con:

(1) santidad, ser santificado (Hch. 20:32; 26:18, 23). Estos pasajes son de especial importancia, ya que aparecen en declaraciones pertenecientes a Pablo.

(2) la revelación divina: verdad, y penetración en esa revelación: conocimiento (Sal. 36:9; 2 Co. 4:4, 6).

(3) amor (1 Jn. 2:9, 10).

(4) gloria (Is. 60:1–3).

(5) paz, prosperidad, libertad, gozo (Sal. 97:11; Is. 9:1–7).

    Dado que Dios mismo en su mismísimo ser es santidad, omnisciencia, amor, gloria, etc., y dado que él es para su pueblo la fuente de todas las gracias que hemos mencionado arriba en los puntos (1) al (5), él es luz en sí mismo. “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Jn. 1:5). Jesús dijo, “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8:12). Como tal Dios es en Cristo la salvación de su pueblo. La luz y la salvación son, por tanto, sinónimos (Sal. 27:1; Is. 49:6). Lo mismo sucede con la luz y la gracia o el favor divino (Sal. 44:3).

   Lo contrario a la luz son las tinieblas, las que, por consiguiente, son el símbolo de Satanás y sus ángeles; por lo tanto, son también el símbolo del pecado, la desobediencia, rebelión, ignorancia, ceguera, falsedad, odio, ira, vergüenza, lucha, carencia, esclavitud y tristeza, como lo muestran varios de los pasajes que hemos citado arriba, bajo (1) al (5), y muchos otros también.

   Por lo tanto, lo que el apóstol está afirmando aquí en Col. 1:12 es que el Padre de su amado Hijo Jesucristo— y, por consiguiente, nuestro Padre también—en virtud de su gracia soberana, ha hecho a los colosenses dignos de y competentes para participar de la herencia de los santos en el reino de la salvación plena y libre. No es difícil contestar la siguiente pregunta: “¿este reino es presente o futuro?” En principio los colosenses ya están en él. Ya han sido “transferidos al reino del Hijo de su amor” (Col. 1:13; cf. Ef. 2:13). La posesión plena, sin embargo, pertenece al futuro. Es “la esperanza que está reservada en los cielos para vosotros” (Col. 1:5). Del Señor recibirán la recompensa, a saber, la herencia (Col. 3:24). Véase también Ef. 1:18; Fil. 3:20, 21; y cf. He. 3:7–4:11. Pablo ora—porque debe recordarse que esto todavía es parte de su oración—que los colosenses puedan constante y gozosamente dar gracias a Dios por todo esto.

Amén, para la honra gloria de Dios.

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