Lunes 20 de mayo de 2024. “Recompensa Para El Cristiano Que Lucha Valientemente Por La Causa Del Señor”

   Lección: 1ª de Samuel 17: 25 al 30. Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere. Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.

   Comentario general del contexto: El hecho de que Goliat hubiera desafiado a Israel por cuarenta días tiene significado. Cuarenta en las Escrituras tiene que ver con prueba. Se menciona por primera vez en la Biblia en Génesis 7:12 donde llueve por cuarenta días y noches. Son nueve las ocasiones en la Biblia donde se menciona, la última vez en Hechos 1:3 donde Jesús continuaba con los discípulos por cuarenta días después de su resurrección, como una prueba de su vida en cuerpo glorificado. Aquí en 1 Samuel el enemigo prueba la fe de Israel y esa fe falla. Jesucristo fue probado en el desierto por cuarenta días y salió victorioso sobre su enemigo (Mat. 4:1–11). Ante semejante prueba, el joven David responde con fe y sale victorioso.

(2) La fe de David, 17:26–47. David pregunta a varios allí acerca de que se haría por el que venciera al gigante, y a la vez afirma el hecho de que Dios es el Dios viviente. Con estas palabras intenta animar o motivar a alguien que salga a vencer al filisteo y quitar así el oprobio de Israel. Se ve que su idea no obedece ninguna intención malévola. Pero su hermano mayor le malentiende y le acusa de descuidar sus obligaciones en Belén, de ser arrogante, malo y entremetido (v. 28). Frente a este reproche, David responde: ¿No fue sólo una palabra? En otras palabras: “Fue una pregunta no más.” Pero ¡qué pregunta! Fue una pregunta inocente y a la vez acusadora. Eliab sentía la fuerza de su palabra y se defendía difamando el carácter de David. Es una técnica que en el estudio de la lógica se llama ad hominem, frase latina que quiere decir “al hombre”. Ataca el argumento desacreditando el carácter de la persona que lo adelanta. Eliab en efecto está afirmando que David por su persona no tiene derecho de ser escuchado. Los enemigos de Jesucristo usaban la misma táctica al difamar el carácter del Hijo de David. Aun sus hermanos eran culpables de este pecado (Mar. 6:1–5). Observamos que David no respondió con maldición ni amenazaba, sino que encomendaba su causa al que juzga justamente.

David usa dos nombres para Dios. En los vv. 26 y 36 le llama el Dios viviente, término que aparece 29 veces en la Biblia y hace resaltar la gran diferencia entre el Dios de Israel y los dioses de los paganos, especialmente los filisteos. El Dios nuestro vive. Los dioses de ellos ni poseen vida ni dan vida. El otro nombre que usa es Jehovah de los ejércitos. Aparece casi igual número de veces en la Biblia y da énfasis al hecho que Dios creó todo y está sobre toda su creación (ver Gén. 2:1). Puesto que Dios vive y es soberano, ningún enemigo puede resistirle. ¡Siendo el Dios de Israel, tiene que haber victoria!

Llamado a comparecer ante el rey Saúl, David se ofrece a pelear con Goliat. No fue su intención original, pero haciendo falta un guerrero que lo hiciera, se ofrece. Se puede imaginar que David se siente indignado y conmovido por la condición lastimera en que se encuentran los hombres de Israel. Se atreve a confiar en Dios y valientemente entrar en el conflicto con los incircuncisos. Su oferta se recibe con protestas, en primer lugar, porque es un muchacho (v. 33). Esta palabra no es un término técnico que establece la edad de uno. Más bien lleva la idea de ternura o la falta de experiencia como se ve clara-mente del argumento que ofrece Saúl. Goliat es un hombre de experiencia en la guerra. Esta misma palabra se le aplica a José en Egipto, a Salomón al subir al trono de Israel, y a Jeremías al comenzar su ministerio.

   Pensamiento: Pregunta: “¿Qué son las coronas celestiales que los creyentes pueden recibir en el cielo?”

   Respuesta: Hay cinco coronas celestiales mencionadas en el Nuevo Testamento que se otorgarán a los creyentes. Son la corona incorruptible, la corona de regocijo, la corona de justicia, la corona incorruptible de gloria y la corona de la vida. La palabra griega traducida “corona” es stephanos (la fuente para el nombre de Esteban el mártir) y significa “un símbolo de la realeza, un premio en los juegos públicos o un símbolo general del honor”. Las coronas fueron usadas durante los antiguos juegos griegos; una corona o guirnalda de hojas se colocó en la cabeza de un vencedor como recompensa por haber ganado una competencia de atletismo. Este honor atlético se utiliza en sentido figurado en el Nuevo Testamento de las recompensas celestiales que Dios promete a aquellos que son fieles. 1ª Corintios 9:24-25 define mejor cómo se otorgan estas coronas.

1) La Corona Incorruptible – (1 Corintios 9:24-25) “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. Todas las cosas en esta tierra están sujetas a deterioro y perecerán. Jesús nos urge a no guardar nuestros tesoros en la tierra “donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mateo 6:19). Esto es análogo a lo que Pablo dijo acerca de la corona de hojas del deportista que se vuelve quebradiza y se descompone. No así la corona celestial; la perseverancia fiel gana una recompensa celestial que es “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos” (1 Pedro 1:3-5).

2) La Corona de Regocijo – (1 Tesalonicenses 2:19) “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?”. El apóstol Pablo nos dice en Filipenses 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre” por la abundante bendición que nuestro Dios misericordioso ha hecho llover sobre nosotros. Como cristianos, tenemos más razón de alegrarnos en esta vida que todos los demás. Lucas nos dice que hay regocijo aun ahora en el cielo (Lucas 15:7). La corona de regocijo será nuestra recompensa donde Dios “enjugará toda lágrima… y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

3) La Corona de Justicia – (2 Timoteo 4:8) “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. Heredamos esta corona por la justicia de Cristo; sin la justicia de Cristo, no puede obtenerse esta corona. Debido a que está poseída en justicia y no adquirida a través de la fuerza y el engaño como a veces son las coronas terrenales, es una corona eterna, prometida a todos los que aman al Señor y esperan ansiosamente Su venida. A través de nuestro desaliento perdurable, persecución, sufrimiento o incluso la muerte, sabemos ciertamente que nuestra recompensa es con Cristo en la eternidad (Filipenses 3:20). Esta corona no es para aquellos que dependen de su propia justicia. Tal actitud crea sólo la arrogancia y el orgullo, no un deseo de estar con el Señor.

4) La Corona Incorruptible de Gloria – (1 Pedro 5:4) “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. La palabra gloria es una palabra interesante, refiriéndose a la propia naturaleza de Dios y Sus acciones. Conlleva Su gran esplendor y brillo. Recordemos a Esteban que, al mismo tiempo de ser lapidado hasta la muerte, fue capaz de mirar al cielo y ver la gloria de Dios (Hechos 7:55-56). Esta palabra también significa que la alabanza y honor que le damos a Dios es lo que le debemos por la Persona que es Él (Isaías 42:8; 48:11; Gálatas 1:5). Los creyentes son increíblemente bendecidos al entrar en el Reino y recibir la corona de gloria, recibir la misma semejanza de Cristo mismo. Como Pablo dijo, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

5) La Corona de la Vida – (Apocalipsis 2:10) “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. Esta corona es para todos los creyentes, pero es especialmente importante para aquellos que padecen sufrimientos, que valientemente afrontan persecución por Jesús, incluso hasta la muerte. En las Escrituras la palabra vida a menudo se utiliza para mostrar una relación correcta con Dios. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Al igual que el aire, los alimentos y el agua son vitales para la vida física, Jesús es vital para la vida espiritual. Él es la persona que proporciona el “agua viva”. Él es el “pan de vida” (Juan 4:10; 6:35). Terminará nuestra vida terrenal. Pero tenemos la promesa increíble para todos aquellos que ven a Dios a través de Jesús: “Y esta es la promesa que Él nos hizo, la vida eterna” (1 Juan 2:25).

Santiago dice que esta corona de la vida es para todos aquellos que aman a Dios (Santiago 1:12). La pregunta entonces es ¿cómo demostramos nuestro amor por Dios? El apóstol Juan responde a esto: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Como Sus hijos, debemos guardar Sus mandamientos, y obedecerlo fielmente. Entonces, mientras soportamos las inevitables pruebas, dolores, angustias y tribulaciones — mientras vivimos — podemos movernos hacia adelante, siempre “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2) y recibir la corona de la vida que nos espera.

1er Titulo: Galardones y honra para el que venciere. Versículos 25 al 27. Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere. (Léase: 2ª a Timoteo 4: 7 y 8. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. ▬ Apocalipsis 3:21. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.).

   Pensamiento de Galardones de Honra: En muchas oportunidades la biblia menciona las recompensas en el cielo (Mateo 5:12; Lucas 6:23, 35; 1 Corintios 3:14; 9:18). Pero, ¿por qué son necesarias las recompensas? ¿No es suficiente estar en el cielo con Dios? Será tan maravilloso experimentar a Dios, su gloria y el gozo del cielo, que es difícil entender por qué serán necesarias las recompensas adicionales. Además, ya que nuestra fe se apoya en la justicia de Cristo y no en la nuestra (Romanos 3:21-26), parece extraño que nuestras obras merecieran una recompensa.

   Dios dará recompensa en el cielo en el tribunal de Cristo, sobre la base de nuestra fidelidad a él cuando le servimos (2 Corintios 5:10). Las recompensas mostrarán la realidad de nuestra condición como hijos (Gálatas 4:7) y la justicia de Dios (Hebreos 6:10). Dios dará recompensa en el cielo, a fin de cumplir con la ley de la siembra y la cosecha (Gálatas 6:7-9) y de hacer honor a su promesa de que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:58).

   Una de las razones de las recompensas en el cielo, es el hecho de que Jesús comparte su recompensa con nosotros. Pablo dijo: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Nuestras vidas están “escondidas” con Cristo, que está sentado a la diestra de Dios (Colosenses 3:1-4). Morimos con él, vivimos con él y compartimos su gozo (Romanos 6:8; Mateo 25:21). En el cielo habitaremos con él (Juan 14:1-3). Nuestras vidas están íntimamente ligadas a la vida de Jesús. La recompensa que él recibe la comparte con todos nosotros: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17).

   Nuestras recompensas en el cielo dependen de la bondad y del poder de Dios. A través de la resurrección de Cristo, ganamos una herencia en el cielo; en la tierra, nuestra fe es probada y redunda en alabanza, gloria y honor cuando Cristo es revelado (1 Pedro 1:3-9). Las cosas que hacemos en esta vida sólo son permanentes (es decir, llevadas con nosotros al cielo) si se construyen sobre el fundamento que es Cristo (1 Corintios 3:11-15).

   Las recompensas que obtenemos en el cielo no son como las recompensas que ganamos aquí en la tierra. Tendemos a pensar en términos materiales, como, por ejemplo: mansiones, joyas, etc. Sin embargo, estas cosas son sólo representaciones de las verdaderas recompensas que ganaremos en el cielo. Un niño que gana un concurso, atesora el trofeo que recibe no por el propio trofeo, sino por lo que el trofeo significa. Asimismo, cualquier recompensa u honor que obtengamos en el cielo, será valioso para nosotros porque lleva el peso y el significado de nuestra relación con Dios, y además porque nos recuerda de lo que él hizo por nosotros en la tierra.

   De esta manera, las recompensas en el cielo glorifican a Dios y nos brindan alegría, paz, y admiración mientras consideramos la obra de Dios en y a través de nosotros. Entre más cerca de Dios estábamos en esta vida, más centrados en él y conscientes de él, más dependientes de él y más desesperados por su misericordia, entonces habrá mucho más para celebrar. Somos como los personajes de un cuento que dudan, sufren pérdidas y experimentan temores, preguntándonos si algún día llegaremos a recibir realmente los deseos de nuestro corazón. Cuando llega el final feliz y se cumple el deseo, surge una conclusión. La historia no sería satisfactoria sin un final. Las recompensas en el cielo son el final de nuestra historia terrenal, y esas recompensas serán eternamente placenteras (Salmo 16:11). (Got Questions).

2° Titulo: Los celos humanos provocan disensión en el pueblo de Dios. Versículo 28. Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. (Léase: Santiago 3:14. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad. ▬ Filipenses 2:1 al 4. Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.) 

   Pensamiento de Celos Humanos: Cuando usamos la palabra “celos”, la usamos en el sentido de estar envidiosos de alguien que tiene algo que nosotros no tenemos. Esta clase de celos es un pecado y no es característico de un cristiano; más bien, muestra que aún estamos siendo controlados por nuestros propios deseos (1 Corintios 3:3). Gálatas 5:26 dice, “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”.

  La Biblia nos dice que debemos tener el amor perfecto que Dios tiene por nosotros. “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor” (1 Corintios 13:4-5). Entre más nos concentremos en nosotros mismos y nuestros deseos, seremos menos capaces de concentrarnos en Dios. Cuando endurecemos nuestros corazones a la verdad, no podemos volvernos a Jesús y permitirle que nos sane (Mateo 13:15). Pero cuando permitimos que el Espíritu Santo nos controle, Él producirá en nosotros el fruto de nuestra salvación, el cual es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23).

   El estar celosos indica que no estamos satisfechos con lo que Dios nos ha dado. La Biblia nos dice que estemos contentos con lo que tenemos, porque Dios nunca nos desamparará ni nos dejará (Hebreos 13:5). A fin de combatir esto, necesitamos hacernos más como Jesús y menos como nosotros mismos. Podemos llegar a conocerlo a través del estudio de la Biblia, la oración y el compañerismo con creyentes maduros. Conforme vayamos aprendiendo cómo servir a otros en vez de a nosotros mismos, nuestros corazones comenzarán a cambiar. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2)

3er Titulo: Necesaria sabiduría para apartarse del que habla lo que no conviene. Versículos 29 y 30. David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?  Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes. (Léase: Proverbios 15: 1 y 2. La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor. La lengua de los sabios adornará la sabiduría; Mas la boca de los necios hablará sandeces. ▬ 1ª a Timoteo 2:16. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.).

   Pensamiento de la Sabiduría: ¿Qué es la sabiduría divina? (https://www.gotquestions.org/).

   Respuesta: Proverbios 16:16 dice, “Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; adquirir inteligencia vale más que la plata.” La Biblia nos insta con frecuencia a buscar la sabiduría por encima de todas las cosas (por ejemplo, Proverbios 4:7). Pero existen diferentes tipos de sabiduría. Primera de Corintios 3:19 dice, “Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para Dios.” Y el versículo 20 dice, “El Señor sabe que los razonamientos de los sabios no sirven para nada.” Obviamente, hay una diferencia entre la sabiduría divina y la sabiduría mundanal (ver Santiago 3:13-17).

   La sabiduría divina, por supuesto, proviene de Dios y honra a Dios. La sabiduría divina comienza con el temor de Dios y resulta en una vida santa. La sabiduría mundanal, por otro lado, no se preocupa por honrar a Dios sino por complacerse a sí misma. Con la sabiduría mundana, podemos llegar a ser educados, astutos y tener “sentido común” que nos permite jugar el juego del mundo con éxito. La sabiduría divina nos permite prepararnos para la eternidad. Con la sabiduría divina, intercambiamos valores terrenales por valores bíblicos (1 Juan 2:15-16). Reconocemos que somos ciudadanos de otro reino y tomamos decisiones que reflejan esa lealtad (Filipenses 1:27; 3:20). Tener sabiduría divina significa que nos esforzamos por ver la vida desde la perspectiva de Dios y actuar en consecuencia.

   El libro de Proverbios es parte de la Biblia conocido como literatura de sabiduría. Proverbios está lleno de instrucciones prácticas para la vida. Muchos proverbios contrastan al sabio con el tonto y advierten contra repetir acciones tontas (por ejemplo, Proverbios 3:35; 14:24; 15:7; 26:11). Todos cometemos errores, pero los sabios aprenden de sus errores y toman medidas para evitar repetirlos. El tonto puede cometer el mismo error una y otra vez y nunca aprender su lección.

   La sabiduría divina puede parecer muy diferente de la sabiduría mundana. Jesús destacó estas diferencias en Su Sermón del Monte (Mateo 5—7). Por ejemplo, Él dijo, “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo.” La sabiduría divina a menudo nos requiere hacer lo contrario a nuestras inclinaciones naturales. La sabiduría divina va en contra de la “sabiduría convencional” del día; no se enfoca en la autopreservación sino en el avance del reino de Dios. Sólo podemos vivir en sabiduría divina cuando estamos comprometidos a crucificar nuestra carne y vivir en el Espíritu (ver Gálatas 2:20; Efesios 5:16, 25).

   La forma principal en que obtenemos sabiduría divina es aprendiendo la Palabra de Dios (Salmo 119:169). “La exposición de tu palabra da luz; imparte discernimiento a los sencillos” (Salmo 119:130). Nadie nace sabio; debemos adquirir sabiduría de Dios si queremos ser verdaderamente sabios: “Tus prescripciones son siempre mi meditación; me dan más sabiduría que mis enemigos. Tengo más discernimiento que todos mis maestros, porque medito en tus estatutos. Tengo más entendimiento que mis ancianos, porque obedezco tus preceptos” (Salmo 119:98–100).

   Colosenses 3:16 dice, “Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense mutuamente con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales con gratitud a Dios en el corazón.” La inmersión en la Palabra de Dios produce un corazón de adoración y agradecimiento. Ese corazón de adoración se convierte en terreno fértil para que las semillas de la sabiduría crezcan. Jesús oró al Padre: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Él quiere que sus seguidores sean apartados del mundo, tomando decisiones piadosas y viviendo vidas piadosas (1 Pedro 1:15). Sólo podemos hacerlo cuando Su Palabra vive en nosotros.

   También podemos desarrollar la sabiduría divina al seleccionar cuidadosamente a aquellos con quienes pasamos la vida: “El que anda con sabios se hace sabio, pero el que se junta con tontos sale mal parado” (Proverbios 13:20). Pablo instruyó a los corintios a “imítame, tal como yo imito a Cristo” (1 Corintios 4:16; 11:1). Aquellos que desean sabiduría divina escogerán como sus héroes a aquellos que muestran sabiduría en sus vidas personales.

   La Escritura nos dice que pidamos sabiduría divina: “Pero si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pida a Dios, quien da a todos generosamente sin menospreciar a nadie, y se la dará” (Santiago 1:5). Dios quiere que tengamos Su sabiduría. Se complace en dárnosla cuando nuestros corazones están dispuestos a recibirla. Sin embargo, Santiago continúa diciendo, “Pero pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace” (versículos 6–8). Dios conoce la posición de nuestros corazones. Cuando estamos comprometidos a confiar en Él y obedecer Su Palabra, Él derrama Su sabiduría sobre nosotros (ver Jeremías 29:13). Pero si queremos mantener el derecho a desobedecer, somos de doble ánimo y es posible que no recibamos la sabiduría que pedimos.

   Salomón recibió sabiduría divina cuando le pidió al Señor (2 Crónicas 1:10-11). Se le conocía por su gran sabiduría, sin embargo, en sus últimos años, se apartó del camino de la sabiduría que se le había dado. Desobedeció al Señor e incluso llegó a adorar ídolos (1 Reyes 11:1-11). Recibir sabiduría no aseguró que Salomón seguiría el camino de la sabiduría. Tristemente, intercambió su sabiduría divina por sabiduría mundana, y sufrió por ello. El resto de 1 Reyes 11 detalla la caída de Salomón a medida que el Señor le retiró su bendición a alguien que fue una vez grande.

   “Pues si a la sabiduría clamas, y al entendimiento das tu voz; si la buscas como a plata, y como a tesoros escondidos la procuras, entonces entenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da sabiduría, y de su boca proviene el conocimiento y el discernimiento” (Proverbios 2:3–6).

Amén, para la honra y gloria de Dios.

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