Domingo 24 de marzo de 2024.“Distribuyendo Equitativamente Lo Recibido Para La Obra De Dios”.

   Lección: Números 7:6 al 10. Entonces Moisés recibió los carros y los bueyes, y los dio a los levitas. Dos carros y cuatro bueyes dio a los hijos de Gersón, conforme a su ministerio, y a los hijos de Merari dio cuatro carros y ocho bueyes, conforme a su ministerio bajo la mano de Itamar hijo del sacerdote Aarón. Pero a los hijos de Coat no les dio, porque llevaban sobre sí en los hombros el servicio del santuario. Y los príncipes trajeron ofrendas para la dedicación del altar el día en que fue ungido, ofreciendo los príncipes su ofrenda delante del altar. 

   Comentario general: 7:1-6 Todo el Tabernáculo fue ungido por Moisés, así como cada uno de sus muebles. No obstante, en este pasaje se acentúa el altar de los sacrificios, llamado aquí simplemente “altar” (7:1, cf. 7:10,11,84,88), porque estaba en ei patio del santuario y representaba el mueble esencial para mantener la salud espiritual del pueblo y la vigencia de su sistema de adoración. De hecho, la harina, el incienso y los animales ofrendados por las tribus eran para ser ofrecidos en ese mismo periodo sobre el altar como parte de la consagración del Santuario.

   7:7-9 Los príncipes de las tribus trajeron, en primer lugar, seis carretas -una cada dos príncipes- y doce bueyes -uno por príncipe-, que servirían para el transporte del santuario.

   Los gersonitas tenían que transportar menos peso que los meraritas, quienes tenían a su cargo las columnas y travesaños de la estructura del Tabernáculo. Por eso los primeros recibieron la mitad que los segundos. Sin embargo, los Coatitas no recibieron carretas porque su labor era transportar lo más santo del lugar santo y santísimo, y esas cosas sagradas debían ser acarreadas sobre los hombros. Para eso se les proveyeron varas apropiadas para alzar los muebles y distribuir el peso. Sin duda habría sido más cómodo para ellos llevarlos en una carreta, pero hay situaciones en las que no debe pensarse en la comodidad o conveniencia, sino en la santidad de la tarea y el privilegio que representa. Dios destacó esto encomendándoles que cargaran los utensilios sobre sus hombros (cf. 4:15).

   El principio detrás de esta enseñanza no es que un ministro no pueda poseer un medio de transporte, sino que mientras más grande es la responsabilidad en el mundo espiritual, más santidad es requerida. Además, significa que hay tareas que no pueden delegarse, como era el caso de los Levitas en general, o en particular de los Coatitas, a quienes ni siquiera se les permitía usar otra cosa que sus propios hombros. El ministerio es un peso de gloria que solo un siervo verdaderamente llamado puede llevar, mientras que a alguien sin un auténtico llamado lo terminará aplastando en el mediano o largo plazo.

   Comentario general como datos: 7:1-83: Los doce días usados para realizar estas ofrendas comenzaron el primer día del primer mes del segundo año después del éxodo (Ex. 40:17). Es decir, ei primero de Abib52 (marzo-abril) de 1445 a.C., y continuó hasta el día 12 de ese mes. ¿Por qué doce días? Por una parte, cada tribu tendría el protagonismo en un día específico en el mismo orden en que debían marchar (cf. fig. 7 con fig. 12). Por otra, y en un nivel más práctico, habría sido imposible realizar todos esos sacrificios en un solo día. En aquella temprana época solo había tres sacerdotes cuyas labores en los sacrificios no se podían delegar a los levitas. De hecho, el atrio del Tabernáculo tampoco habría tenido el espacio suficiente para recibir y preparar los 252 animales ofrecidos por las doce tribus, ni habría sido posible quemar sobre el altar en un día la grasa de 216 animales, tomando en cuenta el propósito de las victimas traídas por los príncipes.

   Ref. Bíblica: 1ª de Pedro 4.10. «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios».

   Número 26:52-54. «Y habló Jehová a Moisés, diciendo: A éstos se repartirá la tierra en heredad, por la cuenta de los nombres. A los más darás mayor heredad, y a los menos menor; y a cada uno se le dará su heredad conforme a sus contados.» (En la época del Antiguo Testamento, la Tierra Prometida fue dividida en lotes de tierra y distribuida a las tribus de Israel. Esta práctica se llevó a cabo después de la salida de los israelitas de Egipto, donde el pueblo de Dios había sufrido la esclavitud durante muchos años. La idea detrás de esta distribución era asegurar asignar una heredad justa y equitativa para cada tribu, según su tamaño y número de personas. En conclusión, el versículo de Números 26:54 resalta la importancia de una distribución justa de los recursos y la equidad en nuestras vidas. Nos recuerda que, como creyentes, tenemos la responsabilidad de trabajar por la justicia y la equidad en nuestras comunidades y en el mundo. Al hacerlo, podemos ser un reflejo de la justicia divina y trabajar para avanzar en el reino de Dios en la tierra.).

   Texto: «Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.» (1ª a los Corintios 4:2.).

   Comentario del texto: 4:2. Siendo así, es natural que al mayordomo se le requiera ser hallado fiel. En los escritos de Pablo proliferan las afirmaciones conclusivas. Los últimos versículos del capítulo precedente (3:21–23) eran un resumen, el primer versículo de este capítulo (4:1) también resume esa enseñanza. Pablo recurre a «siendo así» para volver a sacar una conclusión, esta vez de lo que acaba de decir acerca de los mayordomos. Se deduce que, si Pablo y sus colaboradores son mayordomos de Dios, los corintios no están en posición de poder juzgarlos. ¿Qué cualidad de estos mayordomos de los misterios de Dios deberán examinar los miembros de la iglesia de Corinto? La epístola de Pablo parece indicar que los destinatarios valoran la fluidez y la elocuencia. Pero sucede que el primer requisito para un mayordomo es la fidelidad. El cargo de mayordomo requiere una dedicación que elimine todo interés personal e incluya una lealtad dispuesta al sacrificio (Lc. 12:42).

   Pablo pasa del plural mayordomo al singular mayordomo. Con esto quiere decir que la fidelidad que se requiere no tiene que ver con el equipo de obreros del Señor como un todo, sino con cada uno individualmente (1 P. 4:10). Cada creyente debe demostrar fidelidad y dedicación.

1er Titulo: Dios provee según la necesidad en su Obra. Versículo 6. Entonces Moisés recibió los carros y los bueyes, y los dio a los levitas. (Léase: Salmo 37:28. Porque Jehová ama la rectitud. Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida.; 1ª de Crónicas 29:16. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo.).

   Versos 6: Por mandato de Dios, Moisés las recibió para aplicarlas a los propósitos del tabernáculo, y las entregó a los levitas, “a cada uno según la medida de su servicio”, es decir, a las diferentes clases de levitas, según a las exigencias de sus respectivas funciones.

   2ª Corintios 8:1al4. «Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que, en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos.»

2ª Corintios 9:7. «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.»

    Salmo 37: Características del justo, vv. 25–31: No he visto… mendigando pan. Pero ¿qué decimos de los creyentes que son pobres? Calvino comenta que algunos justos son muy pobres; y ¿qué de Lázaro en Lucas 16:20? Sigue comentando que no entendemos muchos detalles en la vida. A veces Dios permite a sus hijos sufrir para cumplir sus propósitos. Hemos de seguir el ejemplo de Pablo: He aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad. ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece! (Fil. 4:12, 13). El salmista presenta la regla general que enseñaban los sabios en Israel. Ellos mismos reconocían las excepciones como se ve en Job y en el Salmo 73. Pero las excepciones pueden ser sólo aparentes porque el ser humano no ve todo como Dios lo ve.

   El v. 27 da por sentado que el lector conoce qué es el bien y el mal porque Dios lo ha revelado. El v. 28 también hace hincapié en la santidad y la ética tan importantes en la vida del creyente.

   Para siempre… (v. 28c) es parte de la próxima estrofa. Es decir, la primera parte del v. 28 va con el v. 27 y la última parte va con el v. 29.

   Lo que uno habla muestra lo que es. La palabra expresará (v. 30) incluye la idea de meditación y la expresión de la meditación. Hay relación íntima entre lo que uno piensa y lo que habla. La ley… en su corazón significa que la Palabra de Dios debe hacerse parte de su vida; incluye el desafío de memorizar la Palabra de Dios.

   Esta estrofa presenta tres cosas que Dios requiere de los justos: 1) Su habla debe ser verdadera y honesta; 2) la ley de Dios debe reinar en su corazón; y 3) debe ordenar correctamente su conducta.

    David bendice a Jehovah, 1ª de Crónicas: 29:10–20. Es significativo que después de grandes contribuciones de David y también de la congregación, el Cronista registre una gran oración de alabanza. Ni David ni la congregación buscaban forma de hacer alarde de lo hecho por ellos; David sólo tiene palabras de gratitud a Dios por lo que él ha hecho. Así debe ser. El que conoce a Dios y se entrega a él nunca encuentra bases para vanagloriarse; sólo hay fundamentos para glorificar a Dios. Hay que recordar que estas palabras de alabanza no son únicamente las de David; el Cronista se hace presente mediante su selección de palabras, mediante su propia teología. Bien ha dicho Clyde Francisco que el Cronista no es sólo un propagandista a favor de David; es, más bien, un hombre sincero de fe; esta fe genuina se deja ver en esta composición tan linda. No es sorprendente, pues, el que los vv. 10–13 sean usados por los judíos en su liturgia. Se nota que en la composición de esta oración el Cronista emplea otros pasajes de Escritura tal y como lo hacía en 28:1–10. Se nota que hay considerable afinidad entre el v. 15 y el Salmo 39:12. Esta semejanza refleja el sentir del Cronista tanto como el del Salmista. Este sentir expresa una gran verdad: aunque el pueblo es de Dios, lo es por la pura gracia. El mismo pueblo reconoce, si es honesto consigo mismo, que su relación con Dios se debe únicamente a él; no hay nada en el mismo pueblo que lo haga merecedor de esa relación.

    La segunda parte del v. 15 se asemeja a Job 8:9 y 14:2. Ambos pasajes reconocen la calidad del pueblo como ínfima, pues es sumamente pasajera y efímera. Es casi una quimera. Lo único permanente es el mismo Dios que hace que el pueblo exista.

   Históricamente, el pueblo se habría desesperado de jamás volver a la gloria del tiempo de David; el Cronista, no obstante, recuerda al pueblo en esta oración que el Dios de David es el de ellos. En este Dios están el poder y el reino (vv. 11, 12). Al igual que sus antepasados, los patriarcas, son advenedizos y forasteros. Si tienen que ofrecer a Dios ahora para la construcción de su templo, se debe únicamente a todos los largos años en que Dios los ha acompañado desde sus inicios (v. 14).

   Al final de la oración, David intercede por su hijo con el fin de que éste continúe la dinastía y termine la construcción del templo (v. 19).

   De igual modo que David había dado primero de sus bienes para luego pedir a la congregación que hiciera lo mismo, ahora David desafía a la congregación a que bendiga a Jehovah después de haberlo hecho él mismo (v. 20). No es de extrañarse, pues, de que se le tuviera a David en alta estima como caudillo. Sólo pedía que otros hiciesen algo después de haber puesto el ejemplo él mismo. ¿No establece esto alguna clase de reto para nosotros?

2° Titulo: Sabia repartición de lo recibido conforme a cada ministerio. Versículos 7 y 8. Dos carros y cuatro bueyes dio a los hijos de Gersón, conforme a su ministerio, y a los hijos de Merari dio cuatro carros y ocho bueyes, conforme a su ministerio bajo la mano de Itamar hijo del sacerdote Aarón.  (Léase: Nehemías 13:10 al 13. Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio habían huido cada uno a su heredad. Entonces reprendí a los oficiales, y dije: ¿Por qué está la casa de Dios abandonada? Y los reuní y los puse en sus puestos. Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes. Y puse por mayordomos de ellos al sacerdote Selemías y al escriba Sadoc, y de los levitas a Pedaías; y al servicio de ellos a Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías; porque eran tenidos por fieles, y ellos tenían que repartir a sus hermanos.).

Versículos 7-8: Dio dos carros y cuatro bueyes a los gersonitas, y cuatro carros y ocho bueyes a los meraritas, porque los primeros tenían menos peso para llevar, en las cubiertas y cortinas de la casa y las cortinas del atrio, que los segundos, que tuvo que hacerse cargo de las vigas y pilares (Números 4:24., Números 4:31.). “Bajo la mano de Itamar” (Números 7:8); como en Números 4:28, Números 4:33. Los Coatitas no recibieron carreta, porque era su lugar para atender “el santuario” (lo santo), es decir, las cosas santas, que tenían que ser transportadas sobre sus hombros, y estaban provistas de varas para ese propósito (Números 4: 4.).

   Ref. Bíblica: San Juan 6: 5 al 12. «Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.»

  Nehemías reinstaló a los levitas, su sostén y a los administradores (13:10–14).

  Este relato vincula 12:44–13:14 con 13:15–31. Concluye el quiasmo que abarca 12:44–13:14 (ver la introducción a 12:44–13:14), pero, a la vez, está firmemente enlazado con 13:15–29 por una serie de paralelos (ver la introducción a 13:15–22).

    Nehemías descubrió que, debido a la falta de diezmos, los levitas y los cantores habían abandonado el templo y regresado a la agricultura (13:10). Las porciones de los levitas eran los diezmos (cf. vv. 5, 12; 10:37b, 38). Literalmente el hebreo tiene “las porciones de los levitas no habían sido dadas”. Esto aclara que el problema no fue solamente una mala administración de los diezmos (pero ver v. 13), sino que el pueblo no estaba diezmando.

    Como consecuencia, los ministros habían huido del hambre (13:10). Nehemías no les echó la culpa a ellos, sino a los gobernantes laicos que debían proveer para su sostén (13:11). Los dirigentes eran los mismos oficiales de 2:16 (ver la exposición allí). Su campo (13:10) era el terreno donde los levitas y cantores vivían antes de ser trasladado a Jerusalén, y donde algunos todavía vivían cuando no les tocaba turno en el templo (ver 7:73; 11:3, 18, 29, 36; 12:27–29). No se trataba de ciudades levíticas, pues aún si estas existían, en Judá y Benjamín todas habían sido asignadas a los sacerdotes (ver Jos. 21).

   El texto no indica que los sacerdotes también hubieran regresado a sus campos. Ellos se sostenían, con estrechez, de la porción de los sacrificios que les correspondía (Núm. 18:8–19; Deut. 18:3), además de las pocas ofrendas para los sacerdotes (v. 5; 10:37, 38a) y el exiguo diezmo de los levitas (10:37b, 38; 12:47). Los levitas y los cantores, en cambio, dependían casi totalmente de los diezmos (v. 5; 10: 38a).

    El verbo traducido reprendí, riyb 7378, (13:11, 17; 5:7) es literalmente “reñí con” (ver v. 25). De nuevo Nehemías antepuso la adoración de Jehovah a las buenas relaciones con los poderosos (ver la exposición de vv. 8, 9 y cf. vv. 17, 25; 5:7). Los acusó de romper su pacto con Dios (cf. v. 11 con la última oración de 10:39). El liderazgo múltiple, visto positivamente en 7:6–13:3, ya no cumplía con sus responsabilidades.

   Nehemías reactivó el culto en el templo (13:11b–13). Instaló a los levitas y los cantores en el templo por fe (13:11b), pues los diezmos no se habían dado todavía. Su acción tal vez se veía como otra interferencia en la esfera del sumo sacerdote (ver la exposición de los vv. 8, 9).

   Cuando el pueblo entregó los diezmos (13:12), Nehemías nombró a cuatro administradores fieles (13:13). Una vez más el texto habla de un liderazgo plural y de las medidas prácticas que Nehemías empleó. Los almacenes (vv. 12, 13) eran las mismas cámaras del templo mencionadas en 12:44; 13:4–9. El nombramiento de los administradores implica que Eliasib fue destituido de su cargo sobre las cámaras (ver 13:4, 5), otra incursión en el dominio del sumo sacerdote.

   Los nuevos administradores tenían fama de ser fieles (v. 13), cualidad esencial en quienes manejan finanzas ajenas (cf. 1 Crón. 9:26; Hech. 6:3; 2 Cor. 8:17–23). Representaban a cuatro grupos del personal religioso: un sacerdote, un escriba, un levita y un músico. Los escribas eran maestros de la Ley (ver 8:1, 4, 9, 13; 12:26, 36; Esd. 7:7,11) y tenían habilidades administrativas (ver 1 Crón. 24:6). El escriba Sadoc velaría para que las ofrendas se administraran conforme a las pautas de la Ley. Sus responsabilidades en el templo indican que él, como Esdras (Esd. 7:11) y Semeías (1 Crón. 24:6), era no sólo escriba, sino también levita o sacerdote (ver 13:4, 13; 10:37–39). La frase sus hermanos implica lo mismo. La genealogía de Hanán revela que era músico, descendiente del famoso Matanías (ver la exposición de 11:17, 22; 12:8b, 9, 24, 25, 35).

   Nehemías concluye este relato pidiéndole a Dios que lo recompense (13:14; ver la exposición de 5:19). El vocablo traducido bondades, jesed 2617, significa literalmente “actos de lealtad”. Nehemías manifestó su lealtad luchando contra viento y marea para establecer y mantener el culto a Jehovah en el templo. La súplica no borres mis bondades (13:14) implica que Dios, figuradamente por lo menos, mantiene un registro escrito de las buenas obras de los justos, para luego recompensarlos (cf. Mal. 3:16; Neh. 4:5).

El v. 14b resume 13:4–13; hice por la casa de mi Dios corresponde a 13:4–9, e hice… por sus servicios alude a 13:10–13.

Semillero homilético

Hay que cuidar a los pastores

13:10–14

   Introducción: La vitalidad de la vida espiritual está vinculada con la vitalidad de la adoración. Existe una relación íntima entre la debilidad espiritual y el abandono del culto. Además, existe una relación íntima entre el cuidado material que se da a los ministros y la vitalidad espiritual de la congregación.

   El pueblo que descuida su vida espiritual descuidará también a los líderes espirituales.

  • Porque no hay una persona valiente que tome las riendas del liderazgo. Nehemías estuvo ausente (v. 6).
  • Por la negligencia de los dirigentes se debilita la vida espiritual del pueblo (v. 11).
  • Por la infidelidad del líder espiritual principal se menospreció el lugar de adoración (vv, 4, 5).
  • Por la indisciplina del pueblo en diezmar y ofrendar se descuidó el sostén de los ministros y del culto (v. 13).

   El pueblo espiritual (la iglesia) debe cuidar y proveer para los líderes espirituales y no abandonarlos.

  • Por medio de quitar todo lo que estorba para una vida de consagración (vv. 8, 9).
  • Por medio de denunciar las provisiones económicas inadecuadas (vv. 10, 11).
  • Por medio de restaurar a los líderes a sus respectivos oficios (v. 11b).
  • Por medio de proveer adecuadamente para las necesidades de los líderes espirituales (vv. 12, 13).

   Conclusión: El cuidado económico adecuado de los ministros y los ministerios es una evidencia de la calidad de vida espiritual de la congregación y de la clase de amor que tenemos por nuestro Señor.

3er Titulo: Familias selectas por Dios para labores más sagrados. Versículos 9 y 10. Pero a los hijos de Coat no les dio, porque llevaban sobre sí en los hombros el servicio del santuario. Y los príncipes trajeron ofrendas para la dedicación del altar el día en que fue ungido, ofreciendo los príncipes su ofrenda delante del altar. (Léase: Números 3:29 al 31. El número de todos los varones de un mes arriba era ocho mil seiscientos, que tenían la guarda del santuario. Las familias de los hijos de Coat acamparán al lado del tabernáculo, al sur; y el jefe del linaje de las familias de Coat, Elizafán hijo de Uziel. A cargo de ellos estarán el arca, la mesa, el candelero, los altares, los utensilios del santuario con que ministran, y el velo con todo su servicio; ▬ 1ª a los Corintios 12:28. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente, apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.).

   Verso 9 – 10: Presentación de ofrendas dedicatorias para el altar. – Números 7:10. Cada príncipe ofrecía “la dedicación del altar”, es decir, lo que servía para la dedicación del altar, equivalente a su ofrenda sacrificial para la consagración del altar, “en el día”, es decir, en el momento, “en que ungieron él.” “Día:” como en Génesis 2:4. Dios ordenó a Moisés que recibiera los regalos de los príncipes en días separados, uno tras otro; de modo que la presentación se prolongó durante doce días. La razón de esta regulación no era hacer una mayor ostentación, como supone Knobel, ni evitar acortar la importante ceremonia de consagración, sino que estaba implicada en la naturaleza misma de los dones presentados. Cada príncipe, por ejemplo, ofreció, (1) un plato de plata ((kearah), Éxodo 25:29) de 130 siclos sagrados de peso, es decir, alrededor de 4 1/2 libras; (2) un cuenco de plata ((mizrak), un cuenco de sacrificio, no una lata de sacrificio ni una lata de vino, como en Éxodo 27:3) de 70 siclos de peso, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite para una ofrenda de carne ; (3) una cuchara de oro ((caph), como en Éxodo 25:29) llena de incienso para una ofrenda de incienso; (4) un becerro, un carnero y una oveja de un año para holocausto; (5) una cabra peluda para una ofrenda por el pecado; (5) dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco ovejas de un año para una ofrenda de paz. De estas ofrendas, la flor de harina, el incienso y los animales de sacrificio estaban destinados a ser sacrificados sobre el altar, y eso no como provisión para un período prolongado, sino para uso inmediato en la forma prescrita. Esto no podría haberse llevado a cabo si más de un príncipe hubiera presentado sus regalos y los hubiera traído para ser sacrificados en un día cualquiera. Porque el espacio limitado en el atrio del tabernáculo no hubiera permitido que 252 animales fueran recibidos, sacrificados y preparados para el sacrificio todos a la vez, o en el mismo día; y hubiera sido también imposible quemar 36 animales enteros (bueyes, carneros y ovejas), y las porciones de grasa de 216 animales, sobre el altar.

   Versículos Número 3: 27-31

   Los Coatitas, que estaban divididos en cuatro familias, y numerados 8600, debían acampar en el lado sur del tabernáculo, y más especialmente para cuidar el santuario (Números 3:28), es decir, para cuidar de la el arca del pacto, la mesa (de los panes de la proposición), el candelero, los altares (del incienso y del holocausto), con las cosas sagradas requeridas para el servicio realizado en conexión con ellas, y la cortina (el velo delante del santísimo lugar santo), y para llevar a cabo todo lo que había que hacer (“todo su servicio”, véase en Números 3:26), es decir, llevar dichas cosas sagradas después de que los sacerdotes las hubieran envuelto en cubiertas (véase Números 4:5.).

    1ª los Corintios 12: 28. Y Dios ha nombrado en la iglesia, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego, los milagros; después, dones de sanidad, obras de ayuda, administración, tipos de lenguas.

   En versículos anteriores, Pablo enseñó que Dios dispone las partes del cuerpo humano (v. 18) y combina sus varios miembros (v. 24). Esto es cierto, no sólo respecto al cuerpo humano físico, sino también de la iglesia. Dios distribuye a los miembros en la iglesia una variedad de dones diseñados para servir al cuerpo. Dios mismo es el que nombra a alguien a un oficio o le da una función que realizar. Dios llama a los individuos a que tomen una posición oficial dentro de la iglesia, aun cuando los miembros de la iglesia sean los que llaman, ordenan o instalan a los hermanos en sus posiciones. Como dice el escritor de la epístola a los Hebreos: «Nadie ocupa ese cargo por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que es llamado por Dios» (Heb. 5:4). Por ejemplo, Pablo y Bernabé fueron llamados por el Espíritu Santo y apartados por la iglesia de Antioquía (Hch. 13:1–3). Funcionaron en la iglesia como apóstoles, profetas y maestros. Es un hecho de que la frase en la iglesia se aplica a la iglesia universal y no sólo a la congregación de Corinto.

   En orden descendente, Pablo enumera tres grupos de personas que han recibido dones espirituales: los apóstoles, los profetas y los maestros. En otra carta menciona a cuatro grupos: «Él mismo [Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros» (Ef. 4:11; cf. Ro. 12:6–8). También menciona cinco dones, aunque por implicación se habla de personas que ejercen estos dones.

a. «En primer lugar, apóstoles». Jesús comisionó directamente a doce para que fueran sus apóstoles, incluyendo a Matías, sucesor de Judas (cf. Lc. 6:13–16; Hch. 1:23–26). Pero el círculo apostólico se extendió más allá de los doce, ya que Pablo era un apóstol (Ro. 1:1), lo mismo que Bernabé (Hch. 14:14). Pablo escribe que Andrónico y Junias eran hombres destacados entre los apóstoles, aunque no funcionaban como tales (Ro. 16:7). Este texto parece querer decir que los apóstoles respetaban mucho a estos dos hombres. Los apóstoles sirvieron como embajadores de Cristo, para proclamar, enseñar y registrar las buenas nuevas.

   Por supuesto que Pablo no quiere enseñar que cada congregación individual tiene sus propios apóstoles. Los apóstoles sirvieron a toda la iglesia en sus primeros años de formación. El oficio apostólico fue sólo para un tiempo y cesó con la muerte del último apóstol que murió, el apóstol Juan, quien murió probablemente en el año 98 d.C. Las estipulaciones requeridas para ser apóstol hacían imposible que hubiese sucesores. Primero, para ser apóstol uno tenía que haber seguido al Señor Jesús desde su bautismo hasta su ascensión y, segundo, haber sido testigo de su resurrección (Hch. 1:21, 22). Aunque Pablo no acompañó a Jesús durante su ministerio terrenal, vio al Señor resucitado, lo que lo capacitaba para dar testimonio de su resurrección (9:1; Ro. 1:1–4). Esta es la razón por la que Pablo se llama a sí mismo «nacido fuera de tiempo» (15:8).

b. «En segundo lugar, profetas». A diferencia de los apóstoles, que servían a toda la iglesia, los profetas con frecuencia servían en una congregación local (p. ej., Hch. 13:1). Aun cuando un apóstol (p. ej., Juan en el libro de Apocalipsis) podía profetizar, un profeta jamás funcionó como apóstol. En unos pocos textos, Pablo menciona a los apóstoles y a los profetas juntos (Ef. 2:20; 3:5), pero no los pone al mismo nivel. Ambos permanecen como dos grupos distintos, porque los apóstoles son apóstoles y los profetas son profetas. Ni en el presente texto ni en otros pasajes (Ef. 4:11; Ap. 18:20; Didaqué 11.3) es posible igualar el oficio de profeta con el de apóstol.

   Los apóstoles hablaron y escribieron con la misma autoridad que Dios entregó a los profetas del Antiguo Testamento. Eran testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Los profetas del Nuevo Testamento también hablaron con la autoridad del Espíritu Santo. Junto con los apóstoles colocaron el fundamento de la iglesia (Ef. 2:20) y su rango seguía al de los apóstoles. Además, las declaraciones de los profetas debían ser evaluadas (14:29) para proteger a la iglesia de falsos profetas cuya influencia perjudicaba su bienestar.

   La iglesia antigua tenía profetas que predecían el futuro, entre los cuales estaba Agabo (Hch. 11:28; 21:10); Juan en la isla de Patmos también funcionó en esa calidad (Ap. 1:3; 22:9, 18). En Antioquía, la iglesia era instruida por maestros y profetas, los cuales eran Bernabé, Simeón apodado el Negro, Lucio de Cirene, Manaén y Saulo (Hch. 13:1); en Jerusalén estaban Judas y Silas (Hch. 15:32); y en Cesarea residían las cuatro hijas de Felipe el evangelista (Hch. 21:8, 9). La tarea de los profetas era enseñar en las congregaciones locales. Instruían sobre la conducta cristiana, y actuaban junto a los que habían recibido el don de enseñar las Escrituras.

   Aunque los profetas recibían el don de profecía, no hay evidencia de que perteneciesen a un oficio permanente de las comunidades cristianas antiguas. Su don consistía en la habilidad de profetizar, esto es, de recibir la revelación de Dios y de predicar su Palabra. «En el período que vino después de los apóstoles, el profeta todavía podría estar por sobre el ministro local, pero pronto llegaría el día en que este don de profecía pasaría a los ministros locales que predicaban la palabra para edificar a los miembros de la comunión cristiana».

   La iglesia antigua tuvo varios profetas, entre los cuales estaba Agabo (Hch. 11:28; 21:10), Judas y Silas (Hch. 15:32). Pero durante el segundo siglo la influencia de la profecía se extinguió, cuando en Asia Menor surgió Montano, quien reclamó ser un profeta con una revelación nueva sobre la venida de Cristo. Por un tiempo, el montanismo tuvo su influencia, pero pronto fue condenado como espurio. Por haber sido un fraude, el montanismo fue menospreciado. Los profetas dejaron de ser importantes cuando la iglesia confió más en la Escritura que en la profecía.

c. «En tercer lugar, maestros». Si Pablo hace una diferencia entre profetas y maestros, ¿en qué difieren?

   Primero, en los días de Pablo al maestro se le respetaba por su habilidad para instruir a otros. Por ejemplo, la gente se dirigía a Jesús usando el término hebreo rabí, que quiere decir «mi gran [maestro]». En contraste con los maestros, a los profetas no siempre se les respetaba, porque las tácticas de los falsos profetas desprestigiaron a la profecía. De hecho, Pablo amonesta a los cristianos: «no desprecien las profecías» (1 Ts. 5:20).

   Segundo, mientras que el profeta esperaba hasta recibir una revelación (14:30), el maestro tenía las Escrituras como la Palabra revelada de Dios. Los estudiantes tenían que aprender la sana doctrina y las tradiciones que sus instructores les enseñaban. Los libros eran tan caros que sólo los ricos podían adquirirlos. Por esto, el maestro ocupaba la pedagogía de la repetición, para ayudar a sus estudiantes a que se aprendieran de memoria lo enseñado. Pablo afirma que él era un apóstol y maestro del evangelio de Cristo (2 Ti. 1:11).

   Por último, según Pablo la labor del maestro se relaciona de cerca con la del pastor (Ef. 4:11). Gran parte del tiempo del pastor está dedicado a la enseñanza del pueblo.

d. «Luego, los milagros». Pablo habla de milagros, no de los que hacen milagros. La traducción literal es «milagros», que por implicación apunta a quienes los realizan. Como los milagros no ocurren con frecuencia, el don de hacer maravillas no es permanente (léase la explicación del v. 10).

▬ e. «Después, dones de sanidad». Los dones de sanidad tampoco son permanentes (véase el comentario al v. 9). La palabra griega que está detrás de «dones» es jarismata, la cual aparece al principio de la lista de dones espirituales en el versículo 4 y al final del capítulo en el versículo 30. De todos los dones, Pablo sólo llama jarismata (sustantivo plural en el griego) a las sanidades.

f. «Obras de ayuda». La palabra griega antilēmpseis sólo ocurre aquí en todo el Nuevo Testamento, y es traducida por «asistencias» (NTT, NBE), «don de asistencia» (BJ, CI, cf. BP, NC), «los que ayudan a otros» (NVI, cf. VP), «asistir a los necesitados» (CB, cf. LT). El verbo aparece tres veces en el Nuevo Testamento. En Lucas 1:54 el verbo habla de ayudar a Israel, lo mismo que en la Septuaginta en el texto de Isaías 41:9. En Hechos 20:35 se refiere a ayudar al débil. En 1 Timoteo 6:2 quiere decir beneficiar.

   En el presente pasaje, el sustantivo significa ayudar o tender la mano de amor y misericordia tanto a los que están dentro como fuera de la comunidad cristiana. Un comentarista afirma que el término «sugiere definitivamente la ayuda prestada por las autoridades gobernativas a quienquiera que esté necesitado u oprimido». Pero es más probable que fuesen los miembros de la comunidad cristiana los que recibían este don espiritual de ayudar a otros, y no el gobierno.

g. «Administración». La palabra griega kybernēseis sólo ocurre una vez en todo el Nuevo Testamento. Un sustantivo de la misma raíz aparece dos veces (Hch. 27:11; Ap. 18:17) con la idea de «piloto» o «capitán de barco». La palabra española gobernar viene del latín gubernare y del griego kybernan, lo cual significa «sostener el timón, navegar». Pablo parece sugerir que el don espiritual de la kybernēseis es la habilidad para conducir el timón de la iglesia.

   En las epístolas pastorales, Pablo escribe que los ancianos que gobiernan bien la iglesia, en especial los que se dedican a predicar y enseñar (1 Ti. 5:17) son dignos de doble honor. Es decir, Pablo se refiere a los ancianos gobernantes y a los ancianos docentes. Por cierto, que la persona que tiene el don de gobernar en la iglesia es digna de respeto.

h. «Tipos de lenguas». Este es el último de los nueve dones. Como Pablo los cita según su orden de importancia, el último es el menos trascendental. Presumimos que este don se hizo tema controvertido porque algunos miembros de la iglesia de Corinto le habían dado un valor excesivo. Por consecuencia, al colocar el don de lenguas en último lugar, Pablo corrige las ideas equivocadas de estos creyentes. Lo mismo hace al dedicar un capítulo completo al amor y al mandarles después que se comuniquen en una forma inteligible.

   La expresión tipos de lenguas es idéntica a las palabras del versículo 10 (consúltese el comentario). Pablo no se refiere a un idioma en particular, entendible o no entendible, sino que a la variedad de lenguas que eran habladas en el área metropolitana de Corinto. Con todo, el hablar idiomas extranjeros o la práctica de la glosolalia con frecuencia es causa de alienación y aislamiento. Esto hace necesaria la intervención de traductores o intérpretes que superen las barreras lingüísticas. Sin embargo, notemos que en esta lista particular Pablo ni siquiera incluye el don de interpretación (cf. v. 30).

Amén, para la honra y gloria de Dios.

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